lunes, febrero 22, 2010

La destrucción de los Jardins Costa i Llobera, en El País

Foto: Postales de los Jardins Costa i Llobera, c. 1980
Esos jardines de cactus que llenaban de flores naranjas la ladera de Montjuïc, tan mediterráneos y tan insólitos, están en peligro de muerte por el túnel de Miramar, otra iniciativa de Hereuville, para acabar con el verde y la belleza y convertir la ciudad en un coladero de túneles, cemento y parkings.
Cuatro millones para reformar un jardín El parque Costa i Llobera, en Montjuïc, lleva cerrado por obras desde 2006 HELENA BELMONTE - Barcelona - 16/02/2010 Llevan cerrados por obras cuatro años y el coste de una reparación que aún no ha terminado supera los cuatro millones de euros. Los jardines Mossèn Costa i Llobera, situados en Montjuïc y de gran riqueza botánica, pasan por un lento proceso de reforma que, según el Consistorio, acabará, como muy pronto, en otoño. Una tubería 'hunde' los jardines Costa i Llobera La historia se remonta a febrero de 2006, cuando tras una reforma que tenía que durar un año y cuyo coste ascendía a 2,5 millones de euros, destinada a mejorar la imagen del jardín, famoso por sus cactus gigantes y árboles subtropicales, se empezaron a producir desprendimientos de tierra. Los técnicos del Ayuntamiento detectaron bolsas de agua en el subsuelo. Había zonas del parque que se hundían. Tras un año y medio de observación del terreno, "concluyeron que en una tubería interior del jardín había escapes de agua", informa el portavoz de Parques y Jardines de Barcelona, Jordi Úbeda. La operación para reparar el conducto ha costado más de un millón de euros y aún no ha terminado. "La dificultad reside en la longitud de la tubería, de 532 metros, y en las grandes proporciones (siete hectáreas) del parque", informa Úbeda. Por eso, en agosto de 2008 se construyó una nueva tubería, que desciende desde la boca del túnel de Miramar hasta el puerto y drena el agua para que el subsuelo sea estable. "También se está reparando la tubería antigua para que no se escape el agua", añade Úbeda. Las obras las lleva a cabo la empresa Acsa Verd y emplean a 15 personas. Según el presidente del comité de parques y jardines de UGT, Pepe Ruiz, los problemas del Costa i Llobera empezaron en 2003, cuando el Consistorio construyó por 6,9 millones de euros el túnel de Miramar con el objetivo de alejar el tráfico del hotel del mismo nombre, ubicado en la antigua sede de Televisión Española, y de los jardines y las terrazas del mirador (el hotel, de lujo, hoy está en quiebra). El Ayuntamiento, que tenía el 10% de las acciones, las vendió hace unos meses por un euro a Area Property Partners, que opera a través de la sociedad Fincas Florida. "Con el túnel, los jardineros empezaron a notar cambios; en concreto, el agua ya no seguía el mismo recorrido, había movimientos de tierra y se secaban los manantiales de Poble Sec", explica Ruiz. "Cuando se realiza una intervención ajena a la naturaleza de este calibre, cambian las corrientes naturales del agua", continúa. Cuando reabran los jardines, el visitante se encontrará con un espacio renovado con 6.000 cactus nuevos y otras plantas suculentas no cactáceas, además de casi 190.000 unidades de rastreras. Volverán también las visitas guiadas que realizan los aficionados al cactus de la Asociación de Amigos del Costa i Llobera, que de momento están prohibidas por precaución. Una tubería 'hunde' los jardines Costa i Llobera Están especializados en cactus y plantas suculentas y The New York Times los considera unos de los más prestigiosos del mundo en su sector. Los jardines Mossèn Costa i Llobera, en Montjuïc, llevan cerrados cuatro años por obras y aún no tienen fecha de apertura al público. Una renovación que tenía que durar un año puso al descubierto problemas de desprendimientos de tierra. Los técnicos vieron cómo diferentes zonas del jardín se hundían. Según el Ayuntamiento, el estudio geológico que encargó concluye que el problema reside en una tubería interior del parque que sufre escapes de agua. El presidente del comité de parques y jardines de UGT, Pepe Ruiz, cree que la culpa de los movimientos de tierra es del túnel de Miramar, construido en 2003.

lunes, febrero 15, 2010

En El País, de la ciencia en este país

Foto: I.N. Fachada enmrañada en Girona, 2010
TRIBUNA: FRANCISCO J. TAPIADOR Generación Cajal La ciencia es una maratón; cuentan la resistencia, la paciencia y la regularidad, por lo que el esfuerzo para conseguir algo tiene que ser suficiente y sostenido 14/02/2010 Hace nueve años, el entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología creó el programa Ramón y Cajal. Su objetivo declarado era atraer a nuestro país a los mejores científicos en las ciencias naturales, sociales y en las humanidades. Para ello, se lanzaron anuncios en revistas como Science o Nature ofreciendo contratos de cinco años con un sueldo digno. La idea era que los mejores investigadores, tras finalizar ese periodo, y tras una tercera evaluación de su trabajo, se integraran plenamente en las universidades y centros de investigación. La selección de los candidatos fue llevada a cabo de manera transparente por comités de expertos internacionales independientes, utilizando un baremo público y objetivo. Un avance para un árbol de la ciencia de raíz preconstitucional, tronco endeble, y ramas carcomidas por la endogamia, el machismo, la regalía, y el sectarismo; entre otras patologías. Bautizar como Ramón y Cajal a este proyecto fue un acierto, y tal vez una manera de pactar con el pasado. Una promesa de que la odisea que tuvo que sufrir Cajal para investigar en España no se iba a volver a repetir. El programa ha reclutado a más de dos mil doctores desde la primera convocatoria. Muchos de ellos eran jóvenes que, tras acabar la licenciatura, habían tenido que irse fuera buscando una oportunidad que aquí no encontraban. Personas que se licenciaban o doctoraban en Zaragoza, pero que se tenían que ir a continuar trabajando en Cambridge o en la Sorbona. Evitar esta sangría de mano de obra hipercualificada, un dispendio económico, se ha venido considerando desde entonces una prioridad por todos los gobiernos, tanto los del PP como los del PSOE.
Con el programa también se consiguió contratar a extranjeros sin ninguna vinculación anterior con España, pero que se vieron atraídos por las promesas de una carrera científica bien estructurada, con etapas definidas que cubrir, criterios objetivos de evaluación, y visos de continuidad, es decir: competitiva internacionalmente. Estos investigadores, junto a otros muchos científicos españoles que no participaron en el programa pero que son igualmente competentes, forman una generación Cajal de personas que, por primera vez en nuestro país, tal vez podrían dedicar su vida a la ciencia.
Si parece que es esta generación la que ha sido preparada, financiada y alentada para descubrir, inventar y producir; y si nuestro crecimiento económico y bienestar depende de ello, no se entiende que se reduzca la inversión en ciencia y que no se ofrezcan medios adecuados a los científicos.
Recortar la inversión en ciencia, ya sea directamente, mixtificando las partidas en forma de créditos, reorganización interna, gasto militar, o bien no ofreciendo continuidad a las investigaciones, es un sinsentido en un escenario de crisis económica. Esta opción irreflexiva cercenará la ventana de oportunidad que se abrió con un programa que, con sus luces y sombras, es una referencia internacional. Gastar menos en ciencia es la receta inversa de la prescripción necesaria a corto, medio y largo plazo. Aunque se entiende la buena intención y la relativa necesidad social de las otras inversiones paliativas que se han llevado a cabo, debería observarse que las buenas intenciones no solucionan problemas, salvo en los cuentos infantiles. Olvidando el viejo apólogo sobre darle un pescado a un pobre o enseñarle a pescar, se equivoca la ministra cuando dice que la prioridad del Gobierno no puede ser la I+D. Además de ser una actitud muy poco progresista, es justo al contrario. No nos podemos permitir, como economía avanzada, que no lo sea.
Resulta difícil transmitir con suficiente énfasis la importancia que tiene para todos el que España cuente con buenos científicos. La ciencia es la base de la economía moderna en todos los sectores. El impacto sobre la economía de los que se dedican a preparar nuevos materiales, a diseñar nuevos sistemas de energía, o a construir robots es sólo la punta del iceberg. El efecto de la investigación médica para la salud, o de la genómica para la agricultura es evidente. Pero contar con buenos matemáticos es también crucial para que pueda haber otras personas dedicadas a las telecomunicaciones, desde el ingeniero que diseña una red, hasta el operario que pone a punto nuestra línea de internet, o a la persona dedicada al control de calidad en una fábrica. Lo mismo para la física. Participar en los grandes proyectos de fusión nuclear, de física de partículas, de climatología, o de óptica cuántica es imprescindible para luego poder transferir estos conocimientos al sector industrial español y crear empleo en todos los estratos formativos.
Las grandes empresas industriales han nacido del desarrollo de patentes, y son estas empresas las que evitan el grave problema de lo que en los ochenta llamábamos el paro obrero. Del ingenio y de los descubrimientos de los biólogos marinos o de los ingenieros mecánicos pueden depender los trabajos de los pescadores, o de los operarios del sector automovilístico. También, para entender nuestra sociedad y poder planificar con sentido, y no improvisando, se necesitan demógrafos, geógrafos, o sociólogos que aporten teorías y modelos. En las humanidades, entender otras culturas, mentalidades y formas de vida es crucial para poder vender productos fuera, además de la bondad intrínseca de tal conocimiento para el desarrollo integral de las personas y para establecer alianzas entre los pueblos. La crítica intelectual nos puede ayudar a orientarnos y formar nuestro criterio en temas tales como la energía nuclear, los riesgos ambientales, el gasto farmacéutico, las medicinas alternativas o el cambio climático. Y a otra escala, enlazar con aquella élite intelectual de los Tuñón de Lara, Castro, Menéndez Pidal, o Zubiri, y cultivar nuestros vínculos americanistas y con el mundo árabe deberían ser una prioridad nacional si nuestro pequeño país quiere mantener alguna influencia geopolítica.
Si esto lo tiene que hacer la generación Cajal, tendrá que ser con medios, apoyo institucional, y un plan a largo plazo. La ciencia es una maratón. Cuentan la resistencia, la paciencia y la regularidad. No se puede correr una maratón a espasmos, esprintando cien metros y parando un rato, para luego volver a esprintar cuando vuelven las fuerzas. El esfuerzo para conseguir algo en ciencia tiene que ser suficiente y sostenido.
Nuestros representantes deberían reflexionar sobre el hecho de que la inversión en ciencia no se ha demostrado nunca como un despilfarro. Pero la no inversión, sí. Perseverar en la vía del 'que inventen ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones' sólo nos llevará a perder una oportunidad histórica y a desperdiciar a la que probablemente es la generación de científicos mejor preparados que hemos tenido, muchos de los cuales tendrán que volver a irse al extranjero. Además de ser una pena para ellos, el perjuicio para la economía del país será indudable: no sólo nos restará a nosotros, sino que sumará a otros, ensanchando su ventaja comparativa.
Francisco J. Tapiador es profesor titular de la Universidad Castilla-La Mancha y vocal de la Asociación Nacional de Investigadores Ramón y Cajal (ANIRC)

domingo, febrero 07, 2010

Mientras crucifican a Zapatero

Foto: I.N. Puesta de sol en la fea calle Aragó, 2010
Ahora ya en la prensa y en todas partes, además de en Europa, y éste echa mano de Boyer (aunque supuestamente keynesiano, responsable de la ley del suelo que abrió la espita al cemento en este país y que luego marcó la política del PP y nos llevó al hoyo en el que estamos) y todo se precipita, recordemos las opiniones que llevan en otro sentido, las que nadie escucha, como por ejemplo este artículo de Vicenç Navarro publicado en El Viejo Topo y explicando que es mentira la inviabilidad de las pensiones (vean otros artículos en su web, en particular un artículo que explica las razones reales de por qué Obama perdió en Massachussetts y lo que los medios en España no están contando):
Vicenç Navarro “Las pensiones son viables”. Publicado en la revista el VIEJO TOPO, Julio-Agosto 2009. Graves errores metodológicos hechos por los economistas (y los medios de información y persuasión) liberales en sus diagnósticos del colapso de las pensiones. Recientemente hemos visto una avalancha liberal que tiene como objetivo alarmar a la población haciéndole creer que las pensiones no son viables. La Comisión Europea, el Banco de España, el BBVA y el Partido Popular Europeo (del cual el PP español forma parte) han publicado informes y documentos que alertan a la población española de que hay que reducir las pensiones porque el sistema de Seguridad Social que las financia no es sostenible. En defensa de sus posturas presentan datos e información empírica que asumen que apoyan sus alarmas sobre las cuales basan sus recomendaciones. Todos estos documentos tienen errores graves que invalidan sus conclusiones, transformando tales documentos en manifiestos políticos en lugar de informes científicos. Veamos tales errores. 1. Asumir que la esperanza de vida mide los años que una persona vive
Tales documentos asumen erróneamente que el hecho de que la esperanza de vida promedio de España haya pasado de ser 76 años a 80 años en veinticinco años (1980-2005) quiere decir que el promedio español vive ahora cuatro años más. Ello no es cierto. Hay que saber qué quiere decir esperanza de vida y cómo se calcula. Supongamos que España tuviera sólo dos habitantes. Uno, Pepito, que muere al día siguiente de nacer, y el otro, la Sra. María que tiene 80 años. La esperanza de vida promedio de España sería 0 años más 80 años, dividido entre dos, es decir, cuarenta años. Pero supongamos que en un país imaginario vecino, hay también dos ciudadanos, uno, Juan, que en lugar de morir al día siguiente de nacer, como Pepito en España, vive veinte años, y la otra persona es la Sra. Victoria que tiene también 80 años como la Sra. María. En este país imaginario, la esperanza promedio de vida es de 20 más 80, dividido entre dos, es decir 50 años, diez años más que en España. Ello no quiere decir (como constantemente se malinterpreta este dato) que el ciudadano promedio de aquel país viva diez años más que en España: lo que el dato dice es que hay diez años de vida más en el promedio de aquel colectivo de dos personas sin clarificar que ello se deba a que la Sra. Victoria viva diez años más que la Sra. María (lo cual no es cierto), o que sea Juan el que vive veinte años más que Pepito. Todos los documentos que favorecen la reducción de las pensiones concluyen que la Sra. María vive diez años más, lo cual, repito, no es así. Lo que ha estado ocurriendo en España (y en Europa) es que la mortalidad infantil ha ido disminuyendo de una manera muy marcada, con lo cual la esperanza de vida ha ido aumentando, pasando de 76 años a 80 años. Ello no quiere decir, como habitualmente se asume, que el ciudadano español medio viva cuatro años más ahora que hace veinticinco años. La mortalidad por cada grupo etario ha ido descendiendo (incluyendo entre los ancianos), pero los años de vida que el ciudadano medio vive ahora no es de cuatro años más que en 1980. Calcular las pensiones en base a esta lectura errónea de los datos penaliza a la población pues asume que la gente vive más años de lo que en realidad vive.
2. Los promedios no son sensibles a las diferencias por clases sociales
Otro gran error es malinterpretar el significado de promedio Una persona se puede ahogar en un río que tiene como promedio sólo diez centímetros de profundidad. Tal río puede ir seco a lo largo de muchos kilómetros pero en algunas zonas éste puede tener tres metros de profundidad, y es ahí donde el lector se puede ahogar. Un promedio en sí no nos dice mucho si no sabemos también las variaciones del promedio. Lo dicho tiene especial importancia en el cálculo de la esperanza de vida y en la estimación de la longevidad (los años que una persona vive). Las diferencias en longevidad por clase social son enormes. Así, la diferencia en los años de vida existente entre una persona perteneciente a la decila de renta más baja del país (los más pobres) y la decila superior (los más ricos) en España es nada menos que de diez años (ha leído bien, diez años). En EE.UU. son quince y en el promedio de los países de la UE-15 son siete. Estas diferencias en longevidad se deben a que el nivel de salud de la población depende, sobre todo, de la clase social a la cual se pertenece. Un trabajador no cualificado (en paro frecuente durante más de cinco años) tiene, a los sesenta años, el nivel de salud que un banquero tiene a los setenta años. Este último sobrevivirá al primero diez años. Es profundamente injusto pedirle al primero que continúe trabajando dos (y algunos piden cinco) años más para pagar las pensiones del segundo que le sobrevivirá diez años. La insensibilidad hacia esta realidad mostrada por estos informes es abrumadora. Retrasar la edad de jubilación a toda la población trabajadora sin más, es una medida que perjudica a las clases populares para beneficiar a las clases de mayores rentas que viven más años.
3. El error del argumento alarmista: el crecimiento del porcentaje del PIB gastado en pensiones es excesivo
Este es uno de los errores metodológicos más importantes y frecuentes que aparece en el informe de la Comisión Europea, y que ha sido reproducido en gran número de artículos y editoriales. Tal argumento indica que el porcentaje del PIB en pensiones subirá de un 8,4% en el año 2007 a un 15,1% del PIB en el año 2060, un porcentaje que estos informes señalan como excesivo, pues la sociedad en el año 2060 no podrá absorber tales gastos pues restarán recursos necesarios para otras actividades, programas o servicios a la población no pensionista. El hecho de que el porcentaje de gasto en pensiones públicas alcanzará el 15,1% en el 2060 se considera una noticia alarmante que requiere una intervención ya ahora, disminuyendo los beneficios de los pensionistas.
En este argumento se ignora el impacto del crecimiento de la productividad sobre el PIB del año 2060. Supongamos que el crecimiento anual de la productividad es un 1,5%, un crecimiento que incluso el Banco de España admite como razonable. En este caso, el valor del PIB español será 2,23 veces mayor que el PIB del año 2007. Ello quiere decir que si consideramos el valor del PIB del año 2007 como 100, el del año 2060 será de 223. Pues bien, el número de recursos para los no pensionistas en el año 2007 fue de 100 menos 8,4 (8,4 es la cantidad que nos gastamos aquel año en pensionistas), es decir, 91,6. En el año 2060 los recursos a los pensionistas serán el 15,1% de 223, es decir 33, y para los no pensionistas será 223 menos 33, es decir, 192, una cantidad que es más del doble de la existente en el año 2007, 91,6. Debido al crecimiento de la productividad, en el año 2060 habrá más recursos para los no pensionistas que hoy, y ello a pesar de que el porcentaje del PIB dedicado a pensiones es superior en el año 2060 que en el 2007. Los que alarman innecesariamente a la población olvidan un hecho muy elemental. Hace cincuenta años, España dedicaba a las pensiones sólo un 3% del PIB. Hoy es un 8%, más del doble que cincuenta años atrás. Y la sociedad tiene muchos más fondos para los no pensionistas de los que había entonces, aún cuando el porcentaje del PIB en pensiones sea mucho mayor ahora que entonces. Por cierto, ya hace cincuenta años, cuando España se gastaba un 3% del PIB en pensiones, había voces liberales que decían que en cincuenta años se doblaría o triplicaría tal porcentaje, arruinando el país. Pues bien, estamos cincuenta años más tarde, y el país tiene más recursos para los no pensionistas que existían entonces, aún cuando el porcentaje del PIB dedicado a pensiones se ha doblado. 4. Se equivocan constantemente en sus proyecciones demográficas
Cualquier demógrafo que tenga un mínimo de rigor sabe las enormes dificultades en calcular cambios demográficos por periodos tan largos como cincuenta años. Y un buen ejemplo de ello es que los bancos y las cajas publican cada diez años informes anunciando el colapso de las pensiones en diez años. La Caixa (en 1998), el BBVA (en 2005 y en 2007), El Banco Santander (en 1992 y en 1999), el Banco de España (en 1995, en 1999, en 2002 y en 2009) y una larga lista, han predicho el colapso (utilizando un término menos contundente) de las pensiones para diez o al máximo veinte años más tarde. En defensa de sus proyecciones utilizan los mismos argumentos y los mismos datos (la Comisión Europea utiliza prácticamente los mismos datos que publicó el informe de la Fundación de las Cajas en 2007). Y una de las proyecciones más utilizadas es la de la evolución de la pirámide demográfica, indicando que el porcentaje de ancianos está creciendo muy rápidamente, y el de los jóvenes está bajando muy sustancialmente, ignorando que, en aquellos países que financian las pensiones a base de cotizaciones sociales como es el caso español, el punto clave no es el número de jóvenes y adultos por anciano, sino el número de cotizantes y la cantidad de cada cotización por beneficiario. Y tanto el uno como el otro están subiendo, el primero como consecuencia de la integración de la mujer al mercado de trabajo (si España tuviera la tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo que tiene Suecia, habría tres millones más de cotizantes a la seguridad social), y el segundo como consecuencia del aumento de la productividad y de los salarios. Es más, toda la evidencia muestra que las familias españolas desearían tener más hijos (dos por familia) que los que tienen ahora. El desarrollo de la sociedad y de los servicios de ayuda a las familias, como escuelas de infancia y servicios domiciliarios, permitiría el incremento de la fecundidad, una de las más bajas del mundo. Hoy en Europa, los países nórdicos, con un amplio desarrollo del estado del bienestar, tienen una fecundidad mucho mayor que en el Sur de Europa.
Dos últimas observaciones. El hecho de que el rigor y credibilidad de tales documentos liberales sea muy escaso no quiere decir que no tuviera que haber cambios en las pensiones, cambios distintos al retraso de la jubilación o disminución de sus beneficios que proponen los liberales. Contrariamente a lo que se dice constantemente, las pensiones, incluyendo las contributivas, son demasiado bajas, y ello como consecuencia de que los salarios son demasiado bajos (ver el excelente capítulo sobre las pensiones escrito por la profesora Camila Arza en el libro La Situación Social en España. Vol. III. Biblioteca Nueva. 2009). Otro cambio que debiera ocurrir es la flexibilización de la edad de jubilación permitiendo que aquellas personas (la mayoría profesionales) que desearan jubilarse más tarde pudieran hacerlo. La jubilación debiera ser un derecho, no una obligación.
Debiera también prohibirse, como se ha hecho en varios países, la prejubilación utilizada por el mundo empresarial para realizar cambios en sus plantillas, penalizando el sistema de seguridad social y al prejubilado, pues éste recibe una pensión menor. Tal prejubilación le supone a España un recorte de ingresos equivalente a un 6% del PIB.
Una última observación es que el Estado debiera aumentar su aportación a las pensiones tal como lo hacen otros países (como Dinamarca), en que las aportaciones procedentes de los impuestos generales son mucho más intensas que en España. No hay nada sagrado en la Biblia económica que diga que las pensiones tienen que pagarse a base de cotizaciones sociales. La popularidad de las pensiones (entre todos los grupos etarios) es tal que puede justificarse tal medida que contaría con gran apoyo popular. España ya lo hizo con la sanidad (que estuvo financiada por la Seguridad Social) y puede expandirlo a otras áreas.