Foto: Isaias Fanlo, Detalle de la Festa del Ginjoler (con Lluís Maria Todó, Xavier Argimon y Guillermo Aguirre, entre el público).
En La Vanguardia de hoy, Ignasi Viladevall-Palaus advierte sobre el azufaifo.
El árbol de las raíces insondables
IGNASI VILADEVALL-PALAUS
Dios mío, qué árbol esconde la verja del solar de la calle Arimón! Aludo a su famoso ginjoler. Antes, cerca de las ciudades, su cultivo era muy habitual. Este azufaifo es un ejemplar sin equivalente, único en el mundo. En la última etapa de su vida ha soportado una cadena de peripecias. Dada su espectacularidad, merece un respeto. Su tronco, que viene a formar una copa redondeada, causa ya impresión: las ramas hacen alarde de una desenvoltura inmensa. Las raíces, que se extienden a buscar el agua a donde sea, no son visibles. Escapan a la observación a causa de su desarrollo subterráneo.
Las colosales raíces del azufaifo no pueden definirse propiamente. No sólo tienen un papel de fijación y anclaje en el suelo, sino que sirven para proveer al árbol de agua en épocas de sequía; así se basta a sí mismo. Sin ellas la fronda no destilaría amenidad, ni las flores respirarían preciosismo, ni de sus frutos, cuyo peso decanta el ramaje, saldrían confituras. No hallaría el modo de rehacer el hechizo de sus zigzagueantes ramas, ni de sorprender con la influencia de unas flores que son de lo más alentador. Su sencillez a veces resulta enigmática, y otras, conmovedora. Pero ningún árbol tiene un ramaje tan fino y espontáneo y envolvente como el suyo; parece irrefrenable su desarrollo. Este año el ginjoler mira entorno como diciendo: “¿Qué le pasa a la ciudad?” No sabe si podrá seguir enamorando a la vecindad; si llegada la primavera el brillante verdor de sus hojas volverá a desvanecerse entre las ramas. Incapaz de implorar socorro, ante él se abre un funesto porvenir. ¿Cómo puede ser ello posible si no ha hecho otra cosa en su vida que llenar sus humildes dominios de luz verde? No hay palabras para referir la ansiedad de un árbol. A escasos metros se levantará un edificio que puede afectar su sistema radicular.
Topar con las raíces implicará cortarlas, herirlas. No morirá de golpe, sino en pocos años. A menos que se realice un meticuloso seguimiento de las obras. ¿Es posible realizarlo? Claro. Construir no siempre equivale a destruir. Hay una arquitectura ávida de vincularse entrañablemente a la naturaleza, que ansía de algún modo coparticipar en la gestión de su conservación. Hoy en día se hacen cosas inimaginables. Así que terminamos como empezamos: contemplando un árbol de incontestable valor ornamental. Intocable desde todos los puntos de vista.
AZUFAIFO
‘Ziziphus jujuba’
Época de floración Abril-mayo.
Cuidados A pleno sol. Poco riego. No se
debe modificar el estado físico del suelo
en donde prospera.
Aplicaciones Verjas, huertos, parterres.
Sin un sondeo del subsuelo del solar, el ginjoler, hoy salvado, estará sentenciado. El sistema radicular de los árboles tiene bajo tierra un desarrollo semejante al del ramaje en el aire ¿Y no podría renovarse ese sistema radical, abriendo zanjas para intervenir? Si se operase a finales de invierno, en primavera se formarían raíces nuevas. Que los expertos se pronuncien; que nada esté por encima de ellos. ¿Por qué no fue seleccionado “arbre d'interès local”? Lugar especial ocupa el azufaifo del Palacete Albéniz (lleva el número 0138-03-98 de catálogo) sin reunir, ni de lejos, las mismas cualidades estéticas.
4 comentarios:
Para el futuro del Ginjoler es importante que no se olvide, es básico saber que se hara en el solar.
La aparición del articulo en La Vanguardia evita que se olvide y se deje en manos exclusivas del Ayuntamiento.
Efectivamente, Civisliberum. A ver si el día 22 nos lo dicen en esa audiencia que nos han concedido.
Uf, a veure si finalment la cosa acaba bé. Em penso que tots, començant pel propi ginjoler, ens ho mereixem.
Per cert, molt maca la foto del Guillermo en el post anterior!
Ah, li diré de part teva, bon fotògraf...
I sí, a veure si acaba bé...
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