Foto: I.N., Árbol en el camino, cerca de Reillanne, Francia, 2010
Parece que el ayuntamiento de Hereu quiere aprovechar lo que tal vez sean sus últimos días para dejar la desdichada y sumisa Barcelona convertida en un parking gigantesco y sin árboles. Es la fiesta del cemento. Están talando por todas partes: me han escrito de Gal·la Placídia, de Mitre (donde lo he comprobado hoy), la calle de Sants, la plaça Salvador Allende (donde dijeron que iban a talar "algunos" árboles para hacer otro parking y los han cortado todos, han arrasado sin más, incluso los de las aceras, para dejar las máquinas más cómodamente), la calle Suïssa, ha ocurrido en la plaça Narcisa Freixas (allí cortaron hermosos pinos centenarios para dejar las máquinas con las que trabajarían en la arrasada plaça contigua), la plaça Joaquim Folguera (nuestro bosquecillo de almeces destruido para preservar el parking, la plaça Wagner (arrasada sin más), la plaça de la Catedral (donde cortaron árboles centenarios para poner una fuente y que ardiera al sol), y no es sólo Barcelona, también en Sant Cugat, en una calle donde prometieron no talar y luego llegaron a las 6 de la mañana y se cargaron todos todos los árboles y sé que algunos vecinos se asfixian de calor. O en Figueres, donde una funcionaria me avisó que estaban cortando los plátanos. Si algún vecino se queja, le aseguran que sólo talarán los árboles "enfermos" y seguidamente los talan todos, árboles a veces centenarios, árboles que nos daban sombra y oxígeno, árboles que mitigaban los 50 o 60 grados de temperatura a la que llega el asfalto, que ahora se calienta sin límites ni sombra e irradia un calor malsano, al mismo tiempo que la contaminación se agrava.
Alguien decía el otro día que parece que nuestro temible alcalde quiera aprovechar el tiempo que le quede, al estilo de aquel PP que promulgó y aprobó más leyes en sus últimos días que en toda una legislatura, estos políticos municipales se apresuran a cobrar todas las comisiones, a derruir todo lo posible. Siguen derribando caserones y edificios y anuncian construcción de pisos -¿para quién? ¿quién va a comprar esos pisos?-, sólo la explicación de Saviano de que la mafia napolitana y la mafia rusa se han repartido el terreno de la construcción en España encaja aquí. Tienen que cobrar y financiar sus partidos, su siguiente campaña electoral o llenarse los bolsillos, al estilo que ya nos han mostrado con el caso Palau. Mientras la comisión de ese caso trabaja perezosamente y con espíritu difuso, como comentaba ayer un periodista, el ayuntamiento no pierde un minuto en su destrucción del patrimonio arquitectónico y del patrimonio verde.
Parece que a esos políticos nuestros no les importa nada, ni la contaminación, ni el aire ni la destrucción de todo. Me pregunto si todos habrán pensado irse a vivir otro sitio o si son, como sospecho, mutantes del cemento. Pero hay que empezar a reaccionar. Por favor, allí donde estén, allí donde vean que se inicia una tala o el derribo de edificios históricos, escriban a los periódicos, llamen al programa de Josep Cuní en tv3, recurran a la prensa, ya que no tenemos instituciones, ninguna institución que nos proteja. Prueben si quieren el Síndic de Greuges o la Síndica de Barcelona: en mi experiencia son comparsas. Hace un tiempo conocí al que había sido defensor del pueblo de Londres y me estuvo contando lo que había hecho y el poder que tenía y la obligación de que fuese independiente y comprendí que aquí, una vez más, en otro aspecto más, nos toman el pelo.
Y por favor, crucen la frontera, vayan más al norte, como decía Espriu, y verán que allí los plátanos aquí tan detestados crecen inmensos y libres, que las carreteras están en sombra, que hay plazas de tierra con árboles inmensos, que no se destruye lo histórico para construir basura, ni nadie es tan salvaje como para tirar su basura y vaciar sus ceniceros en el suelo. Yo sólo sueño con irme y vivir en un mundo civilizado porque me agota contemplar la destrucción de mi país sin que apenas nadie haga nada por evitarlo.