Foto: I.N., Aribau, cerca de Diagonal, 2008.
Es el comentario de una amiga. Cachodepan alertaba en mi otro blog del plan de Oscar Tusquets de construir un hotel frente al Palau de la Música, con aparcamiento, y derribando varios edificios antiguos. Decía Cacho: "Oscar Tusquets está dispuesto a destruir el entorno del Palau para edificar hoteles...¿La gauche divine se quita la careta?" Sin embargo, yo diría que el arquitecto se la quitó hace muchos años, desde su conocida alianza con uno de los promotores inmobiliarios pioneros en la destrucción de edificios valiosos y la construcción de arquitectura mediocre y de la expansión del mal gusto pretencioso y la zafiedad constructiva. (O ya antes, me recuerda L., con sus propias obras en Cadaqués y Barcelona). Al parecer, los vecinos van a defenderse y el portavoz de ERC les apoya. Me gusta la frase: "'Estamos hartos de ser agredidos con supuestas mejoras urbanísticas. Por eso, haremos todo lo que podamos para evitar que salga adelante', remachó una portavoz vecinal". A nuestros responsables municipales no les basta con la destrucción de Sant Gervasi, la transformación de Sarrià en un parque temático, la excavación de todo el Eixample, la tala arboricida por todas partes con pretextos de enfermedades o simplemente para hacer sus aparcamientos ubicuos, o la tala de la ladera del Tibidabo para hacer una montaña rusa a gusto del alcalde y con la oposición de los demás partidos (excepto los irónicamente llamados Iniciativa i els Verds, que se han convertido al cemento olvidando de dónde vienen y avergonzando a quienes les precedieron).
Ya sé que me repito, pero es que la destrucción sigue implacable y como dice L.: "a los que creemos en la conservación del patrimonio porque significa parte de nuestra historia, porque nos gusta vivir en una ciudad con historia... nos van matando día a día". Hoy he pasado junto al hermoso barranco contiguo a la Torre Castañer, contemplando esa belleza que duele, porque es seguro que tiene los días contados. En este país, en esta ciudad, los políticos no sólo no han aprendido la lección del cambio climático, ni de la sequía, ni de la burbuja inmobiliaria, ni de la crisis económica, precisamente agravada por las consecuencias de haber invertido sólo en ladrillo, olvidando el I + D, la educación, las empresas emergentes, lo que justamente podía haber remontado el país.
He bordeado mi antiguo colegio, del que me expulsaron, preguntándome cuánto tardarán las monjas en vender ese terreno maravilloso. Me habría gustado entrar, ver el lugar donde estaban los depósitos de agua, de donde rescatamos una vez a una pequeña rana. Por el camino de vuelta se cayó varias veces al suelo y estaba polvorienta. Cuando al fin paramos en la fuente y la dejamos en el agua de la pequeña alberca, nadaba con una fruición que yo nunca he olvidado, y muchas veces, cuando nado pienso en ella. De hecho la saqué en uno de mis cuentos, aún inédito, pero parte de una colección que no tardaré mucho en sacar. Al fin la llevamos a lo que llamábamos "el laguito", un estanque ovalado, con nenúfares y fondo oscuro, cuyos extremos jugábamos a saltar, con un índice importante de caídas, entre las que se incluye la mía. Esa rana simbólica de la salud del entorno, ¿cómo estaría ahora?