Foto: Linda Danz, Central Park, 2007
Hemos ido a Urbanismo, a ver a Ramon Garcia Bragado, cuarto teniente de alcalde de Urbanismo y regidor de Infraestructuras. De él (y del gerente de Urbanismo, Ramon Massaguer) dependen en gran medida las negociaciones con el promotor inmobiliario, que siguen en curso. Por el azufaifo, íbamos Isabel Lacruz Bassols, Borja de Querol, Ferran del Pozo y yo.
Hay que recordar que el promotor adquirió el solar y obtuvo la licencia de derribo de la casa basándose en un expediente con información no verídica, sustituyendo el azufaifo bicentenario, ejemplar más importante documentado en Europa por una especie común. La licencia de obras está paralizada y el proceso de catalogación del azufaifo ha seguido adelante y se abordará en el próximo plenario, del 29 de noviembre.
En la reunión se ha confirmado que la primera parte de la batalla está ganada, es decir, el azufaifo bicentenario de la calle Arimón será protegido: se quedará en su parcela. La amenaza de trasplante que habría significado su destrucción formal definitiva (bonsaicización por la poda drástica) y su muerte probable no se confirmará.
Falta la segunda parte de la batalla, es decir, la promesa de Imma Mayol por email y en el programa de Josep Cuní en TV3 de darnos la Plaça del Ginjoler, como propuso Oriol Bohigas apoyando nuestra iniciativa, y de que la parcela se convertiría en terreno municipal, no está conseguida. Y la construcción que se baraja en la parcela implica un peligro para el árbol.
Ramon Garcia Bragado nos ha dicho que la horquilla de posibilidades en la negociación iba desde La plaça del Ginjoler a la construcción de un edificio en la mitad inferior de la parcela. Nosotros hemos prometido hacerle llegar los informes expertos, según los cuales, construir en esa parcela, afectar la aireación y la protección de la zona radicular del azufaifo puede suponer su muerte. Si construyen parking, si entran máquinas en ese terreno, esa supuesta protección del árbol habrá sido inútil, y en pocos años habrá muerto, como ha ocurrido tantas veces en este país.
Para Urbanismo es una cuestión de dinero. Pero habría que hablar del coste para la salud de los ciudadanos y para su calidad de vida que supone este parque de grúas, de contaminación intensa y creciente, de polvo. La fuga de los pájaros. La desaparición del patrimonio arbóreo que caracterizaba a este barrio. La degradación de la ciudad por la invasión del cemento. La tala, el arboricidio que se produce en esta ciudad mientras ellos mantienen ese extraño cómputo de que Barcelona es la ciudad con mayor número de árboles de Europa. Se refieren a ramitas escuálidas que cuentan como árboles. Como dijo Xavier Argimon de Vilardaga, ingeniero técnico agrícola, el patrimonio arbóreo se mide por la calidad, no por la cantidad de árboles. En realidad, fue Porcioles quien inauguró esta tradición de la confusión, contando los árboles como espacios verdes. Se trata de contar con árboles de calidad. Cualquier ciudad de Europa está mejor dotada y protege más los árboles que Barcelona. Belgrado, Zurich, Londres, París... Yo veía ayer los árboles que filmé junto al Sena, en París, en mi entrevista balcánica. Me dicen que la diferencia, clima aparte, está en los alcorques inmensos que tienen esos árboles para extender sus raíces y crecer. En cuanto al clima, sepamos que Grecia, de clima mediterráneo, era un país lleno de bosques siglos atrás... y convertido casi en un desierto por la tala indiscriminada... rematada por los incendios. ¿Es posible que a nuestros políticos les sea indiferente haber tomado ese mismo camino?
Ayer firmé contra la explotación inmobiliaria del Tibidabo, que supone la destrucción del pulmón verde de la ciudad. A nuestros políticos no les parece importante preservar ese último núcleo.
Me dijeron que también los terrenos restantes del colegio Jesús María, el edificio, el barranco maravilloso de la Torre Castanyer que acogió a Machado en su camino del exilio, están también en peligro. Mirar alrededor, pasear por la ciudad es hacer inventario de la pérdida.
Volviendo al azufaifo, me gustaría haber recordado en esa reunión que concedernos esa plaza no sólo es un mal precedente que les obligaría a ceder en todos los casos, sino que podrían aprovecharlo como un ejemplo simbólico, una demostración de que reorientan su política urbanística, de que no siempre dejan que triunfe el cemento.
En las democracias, los ciudadanos tienen la obligación de reclamar sus derechos, de expresar su voluntad no sólo en las urnas, de pedir protección para el patrimonio que les rodea. Queremos poder respirar sin intoxicarnos (y los árboles son los únicos capaces de producir oxígeno y compensar la contaminación), queremos vivir con pájaros y no envueltos en grúas, queremos detener la especulación inmobiliaria que arrasa con la arquitectura humanista para construir feos bloques impersonales de pisos de falso lujo para ricos de mal gusto. No permitamos que la pasividad, heredada del franquismo, nos paralice. Excepto los que tienen intereses en la inmobiliaria y no ven más allá del dinero inmediato, sin pensar en la destrucción de nuestra ciudad, del paisaje, del clima y de la propia salud, a los demás nos interesa conseguir la Plaça del Ginjoler. Todos los científicos lo anuncian: España va a ser uno de los países más afectados por el cambio climático. Luchemos por los únicos elementos que pueden ayudarnos a combatirlo: los árboles centenarios.
Se trata de proteger al árbol más sostenible que existe, el que resiste las sequías con sus raíces largas y profundas, una de las especies más preparadas para resistir el cambio climático.
Frente a la desinformación e inexplicable hostilidad que nos dedicó el Distrito, en Urbanismo nos han escuchado con atención y Ramon Garcia Bragado y Ramon Massaguer se han comprometido a informarnos de la evolución del proceso. Nosotros seguiremos batallando e informando en nuestro speaker's corner particular, el racó del ginjoler.
Por cierto, el azufaifo, en chino se llama zao shu y en árabe, ennab