Ayer, encartado con alguno de los periódicos, había un folleto de una de las constructoras que más daño hizo en Barcelona desde los años setenta (con un nombre que se parece ofensivamente al mío), que ahora ha comprado La Rotonda y se precia de restaurar el patrimonio arquitectónico de la ciudad, ese mismo que ha contribuido tanto a destruir, con la ayuda y el apoyo decidido de los ayuntamientos franquistas primero y democráticos después. Lo peor: los edificios que muestra como obras de las que deben enorgullecerse, en los distintos barrios, desde 9 Barris a Sant Gervasi, arquitectura fea, feísima, mediocre, barata, lo que en todos nuestros barrios sustituye a las bonitas casas históricas y edificios nobles, construidos con buenos materiales y otra idea del espacio y la habitabilidad, o a los espacios abiertos, descampados, pequeñas masías, antiguos y generosos edificios industriales de 1900, y los horizontes y pasillos de ventilación de la ciudad.
Al mismo tiempo que contemplo esa fealdad, veo en la francoalemana Arte Tv cómo en Maastricht y otros lugares de Europa adaptan antiguas iglesias abandonadas, que aquí habrían demolido y entregado a esa misma constructora o a otras, se convierten en restaurantes, estudios de artistas, oficinas, etc. Se dice que Europa abandona la cristiandad" (en Francia, sólo el 5% sigue yendo a la iglesia). La clave: no tocarlas apenas, sólo restaurar e iluminar para que pudieran ser recuperadas para el culto en cualquier momento. Los arquitectos e interioristas hablan de respeto, un concepto que al menos en Barcelona no existe. No es que a mí me guste esa desacralización comercial, en realidad, se trata del mismo mercado que avanza imparable, pero esos espacios se preservan en toda su belleza (es inevitable imaginar la escena de Jesús expulsando a los mercaderes del templo), y aquí sólo veo cómo todo (aún no las iglesias, tal vez todavía con feligreses) cae y cae bajo las excavadoras y a mi alrededor, en este campo de grúas, ya no quedan pájaros, ni árboles, ni casas bonitas. Sólo horror y mediocridad.
Ya sé que de pronto, en periodo preelectoral, empiezan a hablar de detener la construcción en la costa y en Ses Illes y la idea me produce un gran alivio, aunque llegue tan sospechosamente tarde y no afecte a todas partes. Yo veo las 400 casas que se están construyendo en Cadaqués, donde está claro que ni el alcantarillado ni el paisaje resisten, ese paisaje que incluso Dalí y los antiguos veraneantes de la vilipendiada gauche divine lograron preservar en los setenta y primeros ochenta. Toda la belleza y la historia nos es sustraída y convertida en fealdad por esos constructores, fabricantes de cemento y políticos que les apoyan. Veo lo que se destruye y construye en Barcelona, a mi alrededor. Y el pobre azufaifo, lo que ha costado y costará salvarlo, con esa férrea oposición que hemos encontrado en los políticos municipales, cuando en Europa nadie dudaría de que ese lugar debe convertirse en una pequeña plaza verde. Poderoso don dinero.
Dicen que Sarkozy, al preguntarle por qué se entendía tan bien con la izquierda europea, contestó: "¿Qué izquierda?" "Blair, Zapatero...", le dijo el periodista. "Eso es derecha", contestó el temible Sarkozy.
Por cierto, que para romper la pasividad de esta ciudad, que se deja destruir así como así, José Antonio Millán ha hecho una campaña muy interesante, que ya ha tenido eco en la necesaria sección de Francesc Arroyo de El País.
6 comentarios:
La que fué una preciosa Barcelona de hace un siglo el franquismo la aniquiló, el constructor esquinero que tiene la suerte de llevar tu digno apellido es uno de los mayores causantes de ello. Es facil distinguir sus edificios por la uniformidad y fealdad de todos ellos.
Los preciosos edificios modernistas del Eixample a los que se añadieron plantas superiores de un estilo barraquista; el cubrimiento con cristales de las terrazas que afean aún más y degradan las fincas; así como otras desgracias que se ven por toda la Spain.
El mal gusto en general de la gente, que prefiere y ha preferido vivir en edificios nuevos y horribles que en antiguos, calidos y bellos edificios.
La culpa no es solo de constructores y politicos, la gente y la falta de educación (originada por el franquismo y que aún nos dura) de los españoles y de su mal gusto. De lo contrario ciertas cosas no se permitirian.
Estamos de acuerdo. El franquismo mató a este país, mató la cultura, la vitalidad, la costumbre democrática y crítica, el buen gusto, todo. Y es muy difícil mover a la gente. Cuando lees cosas del tiempo de la República, la Institución Libre de Enbseñanza, el GATCPAC, la escuela moderna de Ferrer i Guàrdia, la emancipación de las mujeres, el teatro, García Lorca, los artistas, la esperanza, los congresos arquitectónicos del CIAM y la ciudad participativa, Sert, en fin, comparas con esto y es para echarse a llorar. Pero hay que crear pequeños espacios de crítica y resistencia y demostrar que sí se pueden mover pequeñas cosas, que no podemos dejar que los políticos nos tomen el pelo, les pagamos nosotros, nuestra obligación cívica es enseñarles sus fallos y déficits... vaya speech me salió.
No creo que haya sido el franquismo la causa de la muerte del mal gusto, aunque qué dudad cabe que puso las condiciones ambientales para que la especulación y el mal gusto se encontraran a gusto. En mi opinión, sólo hay un camino, y es propiciar el activismo ciudadano a partir de reivindicaciones concretas, como vosotros con el azufaifo. Un beso.
Es una cadena, Miroslav. El franquismo y el silencio y la negación que instauró fueron causa de aculturacíón, de analfabetismo, de no pensar. Y la falta de cultura, unida a las necesidades del desarrollo y el mercado, genera casi siempre confusión en el gusto.
Eso era distinto antes, sin un mercado potente, la gente en los pueblos vivía siguiendo tradiciones que tenían que ver con la sobriedad y el buen gusto (y con las necesidades del clima y de la orografía), pero al llegar el empuje mercantil se llevó las sillas de enea, los patios encalados, el mosaico de esos patios, las lajas de piedras del lugar, los muros de piedra seca, y puso chalets suizos en clima mediterráneo y lo trastocó todo y deslumbró a la gente con ese falso lujo de oropeles que ha sustituido la elegancia natural y genuina.
Ayúdanos a defensar este edificio de su previsto derrivo: La Rotonda Barcelona
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