En El País leo que el ayuntamiento pretende talar una encina centenaria en el centro de Madrid. Al parecer, en nuestra primitiva Iberia no hay diferencia entre los ayuntamientos de uno u otro partido, todos son arboricidas, todos cobran de la construcción. Se trata de una acacia de tres espinas, Gleditsia triacanthos, de gran edad y tamaño y más de 4 pisos de altura. Una foto hecha con móvil permite adivinar su esplendor.
En 2006, la fiscalía le dio la razón al ayuntamiento cuando procedió a la tala de encinas en el Tibidabo para ampliar las atracciones, pese a la denuncia de los vecinos, por considerar que el terreno no formaba parte de la zona protegida.
Al parecer, el ayuntamiento proyecta construir un "equipamiento" de cemento en nuestra "Placeta del Ginjoler". Era demasiado bueno para ser verdad que decidieran, aunque sólo fuese gracias a la presión mediática, respetar un árbol bicentenario. Cambian un constructor por otro. En Europa, a los árboles venerables se les dan 500 metros sin construir. Aquí, 300 les parecen demasiados. A 200 metros hay un casal (la magnífica torre Vil·la Florida, antigua sede de la Escuela de Puericultura, donde el ayuntamiento taló salvajemente con su "renovació de l'arbrat" y convirtió un jardín frondoso en un jardín escuálido). Pero el ayuntamiento quiere recuperar dinero y no cree en los árboles. Teníamos la esperanza de que "petit equipament" pudiera significar bancos de madera o columpios de hierro, pero nos dicen que no, que eso se llama "mobiliario urbano". Les da igual si eso significa que el suelo se compacte y las raíces del árbol queden estranguladas y al cabo de pocos años el árbol muera. Ojalá estemos equivocados. Ojalá sea un problema semántico y gane por una vez el árbol y la opinión pública. Pero si no es así, nosotros seguiremos en pie de guerra. No hemos hecho esta batalla para que cambiasen de constructor, sino para preservar el árbol. En este barrio hace falta sombra y quietud y sobran grúas, estruendo, cemento y polvo.
Ayer leía Mythologie des arbres de Jacques Brosse, que me recomendó el hijo de un botánico italiano. Dice Brosse: Autrefois, les arbres jouaient un grand rôle dans la vie des hommes. Protecteurs, pourvoyant à leur besoins, ils étaient considérés comme des manifestations des dieux sur terre... Al final, cita a Lévi Strauss y habla de la ruptura del equilibrio y de la comunión de los seres vivos en el planeta, "de cette rupture, nous subissons aujourd'hui les ultimes conséquences. D'ouverte qu'elle étais jadis, l'humanité s'est de plus en plus refermée sur elle même. Cet anthropocentrisme absolu ne peut plus voir, hors de l'homme, que des objets. la nature toute entière se'n trouve dévaluée. Autrefois, en elle tout était signe, elle-même avait une signification que chacun, en son four intérieur, ressentait. Parce qu'il l'a perdue, l'homme aujourd'hui la détruit et pour là se condamne."
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