Foto: I.N., abedul con pruno detrás, Vojvodina, Serbia, 2007
Cuando te ocupas de un árbol, llegan siempre noticias de otras talas, sobre todo en esta pobre ciudad nuestra que, con ayuntamiento "de izquierdas", está completamente entregada al mercado y la especulación. A nadie parece importarle el cambio climático en nuestro ayuntamiento. A nadie parece importarle que la contaminación crezca, que el oxígeno disminuya, que la sequedad aumente y que desaparezca la belleza allí donde aún queda. Toma el dinero y corre sigue siendo el lema. Y eso sabiendo que con los otros -CIU y PP- sería aún peor.
No es sólo Barcelona, es Catalunya (que ya fue destruida, desecada, contaminada, abandonada, descontrolada en los purines, masacrada por autopistas que podrían haber sido trenes... en tiempos de CIU) y es toda la península (no incluyo Portugal).
Me hablan del ya tristemente célebre Plan Caufec, en Esplugues, que pretende construir doscientos treinta mil metros cuadrados donde antes sólo podían construirse treinta mil, cargarse Les Oliveres, árboles y campos, paisaje humano, gracias de nuevo al ayuntamiento del lugar, que ayuda a enriquecerse a la familia Sanahuja. Hace dos años que los vecinos protestan... en vano.
La única Tala que soporto es el maravilloso libro de Bernhard, donde su narrador despotrica e insulta a su alrededor para sí, en su brillante monólogo, sentado en su sillón de orejas en una cena del mundillo teatral vienés, tras el suicidio de una amiga (Ingebord Bachmann?). Habrá que leerlo encerrada en un piso, y para salir habrá que ponerse escafandra, como en aquel anuncio alemán contra la desertización y el agujero en la capa de ozono. Lo demás es pura tristeza y la sensación de estar rodeada de estupidez. Esos políticos corruptos, esos constructores zafios, esos arquitectos que se prestan a la destrucción con toda su arrogancia, ¿adónde creen que irán a refugiarse cuando se lo hayan cargado todo, a la Luna?
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