domingo, octubre 03, 2010

De la miseria de la educación pública

Foto: I.N., Cementiri del Nord, Barcelona, 2010
Un artículo en El País explica algo de esa miseria a la que el gobierno de Zapatero ha condenado a la educación pública, hundiendo aún más el futuro del país. Decía John Kenneth Galbraith que la inversión educativa y social era lo único que diferenciaba ya a izquierdas y derechas. Aquí sólo tenemos derecha. Eso sí, la idea de la cultura y el necesario gasto cultural de nuestros políticos es construir una megabiblioteca espantosa que destruirá aún más el paisaje urbano entre el Parc de la Ciutadella (donde están desalojándolo todo, ¿para hacer qué? ¿galerías comerciales, hoteles?) y la injustamente abandonada Estació de França de Barcelona.
Incluso Javier Solana ha lanzado una advertencia contra estos presupuestos de Zp.
"Quedan pocos folios y hay quien quiere esconderlos" Los profesores afrontan con malestar las estrecheces
PILAR ÁLVAREZ - Madrid - 03/10/2010
El profesor abre la puerta del despacho, de cuyo marco sale una gran grieta, y saluda con sorna: "Bienvenido a la universidad del futuro". Víctor Manuel Fernández, director del departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, trabaja en una habitación alargada en la que apenas caben su mesa y otra más. Junto a la puerta hay cajas apiladas de revistas que no puede enviar, dice, porque se han quedado sin sellos. Nadie tiene que pedirle que se apriete el cinturón porque en su departamento, y en su universidad, hace meses que ya no les queda margen.
La universidad anda sin oxígeno
Fernández se queja porque no tiene ni material. No hay cartuchos de tinta y apenas quedan folios. Lo peor es que la situación seguirá igual hasta que ingresen los presupuestos de 2011. "Quedan por ahí dos cajas de folios y hay profesores que quieren esconderlos en su cajón", revela. La asignación de su departamento, con 18 profesores, ha bajado de 27.000 a 12.000 euros de un curso a otro. "Casi no podemos comprar libros", se queja.
Cada profesor dispone ahora de una media de 55 euros mensuales para "teléfono, fotocopias, libros y material de oficina...", enumera Fernández. Han conseguido retrasar las facturas telefónicas hasta el año que viene, pero lo del material no hay quien lo arregle. "Acabaremos como los profesores universitarios italianos, a los que les han pedido que lleven el tóner y el papel de casa", añade su colega, el catedrático del departamento Gonzalo Ruiz.
La situación no es mucho mejor en la Facultad de Geografía e Historia, a la que pertenece el departamento de Fernández. "Hacemos malabarismos presupuestarios", asegura el decano, Luis Enrique Otero. Cuenta que han perdido un 40% del presupuesto en dos años. "La sociedad española y los políticos no son conscientes de la contribución del sistema educativo a la modernización de este país", se lamenta el decano, que muestra los ingentes fondos de la biblioteca en un recorrido por el edificio, de nueve plantas, a cuya estructura también han afectado los recortes.
Advierte de que el centro no cumple la nueva normativa de seguridad europea. El proyecto para renovarlo, redactado y con la planificación de obra ya prevista, se quedó a las puertas por falta de fondos. Otero también se queja de que ya no se cubren las vacantes ni las bajas. "Cada ordenanza atiende dos plantas y no puede atender más", comenta al pasar junto a la conserjería.
La puerta del laboratorio de Prehistoria no tiene marco. En la habitación, con cinco mesas alineadas, hay decenas de cajas de hallazgos apiladas en estanterías metálicas. "Tenemos un gran nivel de investigación pero nuestro laboratorio es una vergüenza", lamenta el decano, que busca recursos privados para construir uno nuevo. Se plantea hasta colocar carteles de posibles patrocinadores en las excavaciones.
La Complutense, la universidad presencial más grande de España, es también una de las que tienen peor las cuentas. El rector, Carlos Berzosa, culpa a la Comunidad de Madrid de su precaria situación. El Gobierno regional suspendió en 2008 el plan de inversión firmado con las seis universidades públicas madrileñas, que le reclaman alrededor de 290 millones (118 de la Complutense) entre inversiones y gasto corriente, según los cálculos de los rectores.
La Comunidad, que no ofrece cifras, les repite que se aprieten el cinturón y acusa a la Complutense de derrochar fondos. La universidad aprobó en junio un plan de austeridad. Entre otras medidas, prevé eliminar horas extraordinarias y gratificaciones, no cubrir las bajas, ceder instalaciones o reducir altos cargos para ahorrar 15 millones y pagar a los proveedores, con quienes la deuda superaba los 80 millones, antes del verano.
Las otras universidades públicas madrileñas también tienen planes de ahorro. Para reducir gasto, por ejemplo, Alcalá cierra por vacaciones, la Autónoma busca energía alternativa con paneles solares, la Rey Juan Carlos ha instalado interruptores con temporizador y la Politécnica ideó sobres reutilizables. Respecto al personal, Alcalá y la Rey Juan Carlos admiten que han dejado al mínimo la renovación del profesorado asociado.
La historia se repite en otros puntos de España. La Universidad de León, por ejemplo, ha elaborado un plan de austeridad que incluye el control de los contratos de limpieza o seguridad, tarificadores en los teléfonos, reducción de gastos institucionales y recorte en las comisiones de servicio, que se harán con viajes de avión en clase turista "o asimilada" y trayectos urbanos en transporte público y "solo excepcionalmente" en taxi.
La Universidad Miguel Hernández (Elche) ahorra "en todo lo que se puede", dice Jesús Rodríguez Marín, su rector. "Hemos rebajado contratos de mantenimiento y nos unimos a otras universidades para hacer compras conjuntas", añade.
En la Universidad de Cantabria también hay restricciones. El profesor Juan Carlos Zubieta, del taller de Sociología, cuenta que les han pedido que reduzcan el consumo de energía y de teléfono. "¿Cómo es posible que antes no se hiciesen esas advertencias?", se pregunta. "¿Gastábamos sin control? ¿Despilfarrábamos? En muchos casos creo que sí, que actuábamos de forma irresponsable. Acostumbrarse a ser austeros y optimizar recursos es positivo".
Con información de J. A. Aunión (Madrid) e Ignacio Zafra (Valencia)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, el proyecto de la biblioteca se basa en unos cubos de cristal, cuando desde finales de los 60's los muros cortina de cristal se desecharon para bibliotecas, por el coste extra en los interiores que supone.
L.

Belnu dijo...

Aquí hace tiempo que los arquitectos trabajan en dirección contraria a las tendencias progresistas y racionales, siguen haciendo edificios que obliguen a gastar más energía, más aire acondicionado, no intentan nunca respetar la armonía de la ciudad, etc

Anónimo dijo...

Por esos muros de cristal fue tan criticada en su día la tgb (tres grande bibliotheque) de mitterrand, la nueva sede de la bibliotheque nationale de tolbiac, porque hacía más de 20 años que esa formula se invalidó.
L.

Belnu dijo...

Gracias por la información, L., que yo desconocía...

frikosal dijo...

¡ Pero si la educación pública cumple su cometido perfectamente ! Se están formando magníficos votantes, capaces de tragarse cualquier cosa.

No me sorprende lo del toner de las impresoras de los profesores italianos.

Yo siempre pensé que las profesiones más peligrosas eran las relacionadas con las armas, como militares, pero cuidado con los arquitectos.. Es una verdadera obsesión lo del cristal.

Belnu dijo...

Sí, Friks, recuerdo haberte leído hablando del cristal. Yo siempre lo digo, a los arquitectos y constructores los mandaría a la cárcel, aquí apenas queda ninguno decente, que se preocupe por las necesidades, el entorno, los materiales, el gasto de energía, la identidad histórica de la ciudad, etc., y también tienen culpa los políticos que les hacen los encargos como si se tratase de obras de arte, no funcionales, y les pagan honorarios brutales. Mientras, no queda un céntimo para la enseñanza. Ah y encima ese edificio seguramente implicará ocultar los vestigios arqueológicos tras un muro, como ya hicieron al construir el colector