jueves, abril 21, 2011

En la Vanguardia, el Nobel de Medicina Richard Roberts

Foto: I.N., Jardín botánico en San Francisco, 2011
"El fármaco que cura del todo no es rentable" El premio Nobel de Medicina de 1993 Richard Roberts, en una entrevista publicada en el diario La Vanguardia, denuncia que las farmacéuticas se dedican a desarrollar medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad. Richard J. Roberts explica que muchas de las enfermedades que hoy son crónicas tienen cura, pero para los laboratorios farmacéuticos no es rentable curarlas del todo, los poderes políticos lo saben, pero los laboratorios compran su silencio financiando sus campañas electorales. ¿Qué modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o el europeo? - Es obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la industria de la salud... Tengo mis reservas.
- Le escucho. - La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas. - Explíquese. - La industria farmacéutica quiere servir a los mercados de capital... - Como cualquier otra industria. - Es que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud y nuestras vidas y las de nuestros hijos y millones de seres humanos. - Pero si son rentables, investigarán mejor. - Si sólo piensas en los beneficios, dejas de preocuparte por servir a los seres humanos. - Por ejemplo... - He comprobado como en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad... - ¿Y por qué dejan de investigar? - Porque las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento. - Es una grave acusación. - Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo. - Hay dividendos que matan. - Por eso le decía que la salud no puede ser un mercado más ni puede entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero. Y por eso creo que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos fácil que propicie ese tipo de abusos. - ¿Un ejemplo de esos abusos? - Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este año pasado a un millón de personas. - ¿No me habla usted del Tercer Mundo? - Ése es otro triste capítulo: apenas se investigan las enfermedades tercermundistas, porque los medicamentos que las combatirían no serían rentables. Pero yo le estoy hablando de nuestro Primer Mundo: la medicina que cura del todo no es rentable y por eso no investigan en ella.
- ¿Los políticos no intervienen? - No se haga ilusiones: en nuestro sistema, los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos. - De todo habrá. - Al capital sólo le interesa multiplicarse. Casi todos los políticos -y sé de lo que hablo- dependen descaradamente de esas multinacionales farmacéuticas que financian sus campañas. Lo demás son palabras...

miércoles, abril 20, 2011

Un artículo La Vanguardia sobre la contaminación radiactiva del pescado

Eduard Rodríguez Farré: "Fukushima puede contaminar nuestra alimentación" El radiobiólogo del Consejo Superior de investigaciones Científicas considera que los vertidos radioactivos al mar pueden llegar a Europa
La Vanguardia. Salud 20/04/2011 - 00:33h Cristina Mont El radiobiólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Eduard Rodríguez Farré asegura que de momento en España no debemos preocuparnos por la radiación que llega desde el aire. El problema, según Rodríguez Farré, lo tendremos con el pescado por la radiación que se está expandiendo por el mar, las migraciones de los peces y la movilidad de los pesqueros españoles. Conozcamos más de cerca los peligros reales que Fukushima implicará para el otro lado del planeta.
¿Cómo nos puede afectar aquí el desastre de Fukushima?
Aquí lo que llega de la atmósfera es muy poco. Lo que no sabemos es cómo evolucionará porque sigue emitiendo radioactividad y son cuatro reactores. Desde el punto de vista cuantitativo puede ser más importante que Chernóbil. Aún así, hoy por hoy aquí no debemos preocuparnos por el aire. El problema está en toda la cantidad enorme de radioactividad que se está vertiendo en el mar, aquí hay isótopos de todo tipo, cesio 137, estroncio 90, plutonio y muchos otros que a nosotros nos pueden llegar a través de la cadena alimenticia. ¿Por qué habla de los distintos isótopos que contiene la radioactividad?
Los tecnólogos cuando hablan de radioactividad y exposición hablan de los milicivers, pero la cuestión que científicamente es importante des del punto de vista de la salud es la naturaleza de cada radioelemento, qué pasa con ellos y el tipo de emisión que hay. En la fisión del uranio hay muchos, se forman docenas de sustancias radioactivas, pero las que más nos importan son las que tienen afinidad biológica que son, fundamentalmente, el yodo 131, el cesio 137, el estroncio 90 y el plutonio. Todos son isótopos que no existen en la naturaleza, están creados a partir de la fisión del uranio 135. Entre estos tenemos que los isótopos que se comportan de forma similar a otros elementos necesarios biológicamente son los más peligrosos. ¿Por qué son peligrosos para la salud? Porque sustituyen a los elementos reales que necesita el cuerpo. Por ejemplo, el cesio 137 es muy similar al potasio, que es un elemento esencial en nuestro organismo. Tenemos potasio en casi todos los músculos, las neuronas, en todos lados, y esto está irradiando desde el interior de las células. Esta es la gran disputa con los tecnólogos, la irradiación probabilística. Si se te pone un átomo o una cantidad de esta sustancia dentro de una célula, la radioactividad desde fuera no la verás porque es radiación beta, muy poco penetrante. Tú comes el alimento y la sustancia se te queda en el cuerpo e irradia la célula desde dentro. Esta energía ioniza los elementos de la célula, sobre todo el agua, que se convierte en agua oxigenada y todos hemos visto las burbujitas que hace cuando la ponemos en una herida. Ioniza también muchas otras moléculas haciendo radicales libres y esto junto con la radiación si el electrón te toca el ADN en un punto determinado dependerá del azar el efecto que tendrá. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?
Si el punto del ADN es un punto secundario no pasa nada, pero si te toca un punto muy crítico te puede matar la célula. Tampoco pasa nada si una se muere. Pero como te toque un gen que regula tumores o que es supresor de tumores o que está actuando sobre la inmunidad o sobre el desarrollo en el caso de un feto o un niño, puede tener una serie de manifestaciones determinadas o acabar con tumores. Además no se puede detectar. Las imágenes que vemos de Japón en que detectan la radiación de la gente con contadores es sólo para lo que se queda en la piel, lo que ya está en las células no se puede detectar así. Sólo se pueden detectar por las cantidades que se eliminan vía la orina o intestinal. No es sólo pasar el aparato. ¿Cómo nos llega aquí esta contaminación por alimentos?
Yo creía que las exportaciones alimenticias de Japón eran pocas, pero resulta que exportan 3.000 millones de euros en comida al año. Pero el problema no es lo que exporta Japón, sino que lo que se está vertiendo en el mar se incorpora en las llamadas cadenas tróficas largas. En tierra son cadenas tróficas cortas y se quedan en el mismo territorio, como el cesio en el agua de Tokio, si no tenemos en cuenta las exportaciones. Las cadenas largas marinas empiezan en el agua, las moléculas contaminadas del agua pasan al plancton, del plancton puede pasar a los invertebrados, de los invertebrados puede pasar a los vertebrados, de los vertebrados a los vertebrados carnívoros. Además las cantidades se magnifican porqué estos seres las van acumulando y lo concentran. Los peces grandes como el atún o el pez espada concentran cantidades muy grandes de estos contaminantes. Encima muchos de ellos son migratorios y no sabes nunca dónde han estado. ¿Aquí vigilarán lo suficiente?¿Podemos comer pescado tranquilamente? Esta es la pregunta. Los pesqueros españoles están desde el polo norte al polo sur. Incluso muchos pesqueros que son por ejemplo gallegos no están matriculados en España. Están matriculados en el Reino Unido, Argentina... por lo tanto ¿De dónde viene el pescado? Además hay un problema que a mí me ha indignado bastante y es que la Unión Europea ha vuelto a subir los niveles de radiación permitidos en la comida a través de un decreto que se hizo poco después de Chernóbil. Por lo tanto quedan anulados los niveles que se aprobaron el 2006 y se aceptan unos niveles de radioactividad 3 veces superiores por ejemplo en la leche o en muchos animales. Además esto lo aprueban desde Industria, no desde Salud. Por ejemplo, yo estoy en el comité científico de nuevos riesgos para la salud de la Unión Europea y no nos han dejado decir nada de este tema, lo hace el comité de radioprotección que está directamente ligado a Industria. Por lo tanto la decisión de estos niveles está en manos de ingenieros, físicos nucleares... vinculados a la industria.
Y con eso qué debemos hacer? No puedes hacer nada. Ante esto estamos indefensos, no puedes dejar de comer ni comprobar tú mismo la radioactividad. Es un timo. Hace un mes decían que ni en los alimentos se había llegado a los niveles máximos de radioactividad y ahora resulta que lo que podía ser superar los niveles hace un mes ahora es aceptable y por lo tanto se comercializa. Se ha llegado a extremos en que estas normas actuales de la Unión Europea permiten más radioactividad que los mismos japoneses, que ya son bastante laxos con este tema. En Estados Unidos, donde no han cambiado los niveles de radioactividad permitidos en los alimentos, están eliminando leche con cantidades de radioactividad que aquí se permiten. Pero todo esto pasa desapercibido. Y a nivel de consumidor no puedes hacer nada. Para mí el problema más grabe es el pescado. No creo que se importen verduras aquí. ¿Hasta cuando debemos mantener la alerta por este tema? No se sabe. Años, porque no sabemos cómo acabará. Es la diferencia entre Fukushima y Chernóbil. Fukushima es un Chernóbil a cámara lenta. En Chernóbil hubo una explosión y en pocos días se expandió la radiación. En Japón sigue expandiéndose día tras día aunque digan que no. Des del primer día hay mucha radiación y sigue. El cuadro final tardaremos meses en poderlo ver. Y que no vaya a peor. ¿Cómo afecta al medio ambiente un desastre cómo este? Es difícil de saber. Está muy bien estudiado cómo afectan estos fenómenos a la salud humana y la transferencia a través de las cadenas tróficas. Pero poco se sabe de lo que le pasa al ecosistema. Seguro que hay especies mucho más sensibles que el resto, pero lo que más me preocupa es el impacto en los humanos.

lunes, abril 18, 2011

El fin de las nucleares

Foto: I.N. Golden Gate Park, San Francisco, 2011
En VilaWeb, entrevista de Roger Cassany
Marcel Coderch: 'La tragedia del Japón es el final de la energía nuclear en el mundo'.
'Esta vez el mundo ha aprendido la lección', dice Marcel Coderch, doctor en ingeniería eléctrica por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y uno de los principales expertos en energía de nuestro país, refiriéndose a la crisis nuclear japonesa. En esta entrevista, Coderch examina la situación a fondo, que califica de 'muy grave y extraordinaria', expone los peligros del gas radiactivo que se libera, relacionados con el cáncer, y las particularidades técnicas de los reactores, que compara con los de las centrales de nuestro país: 'Los de Cofrentes son idénticos y los de Ascó y Vandellòs un poco más modernos... Aquí no hay tsunamis, pero, si se quedan sin luz, la situación es la misma que en Fukushima'. Dice que no quiere ser alarmista y que considera poco probable un desastre como el de Chernobil, pero explica que refrigerar reactores nucleares con agua salada no es tarea fácil y que, si la operación no consigue, el material radiactivo acabará saliendo al exterior, con un resultado devastador. Propugna un futuro sin nucleares y un debate energético mundial. Y remacha: 'los reactores son tan caros y los peligros se han demostrado tan grandes que ahora nadie se atreverá a invertir en grandes estructuras nucleares, ni bancos ni empresas.'
El principal peligro ahora en Fukushima es que haya una fusión del núcleo. ¿En qué consiste?
Una fusión total del núcleo quiere decir que todo el combustible nuclear se funde, pasa de sólido a líquido y hace un magma de dos mil grados. Esto ocurre cuando se deja de refrigerar un reactor, aunque esté parado, porque sigue desprendiendo calor y la temperatura va aumentando. Este magma puede acabar fundiéndose el envase de acero inoxidable que contiene el núcleo y también puede quemar la coraza de hormigón, que es la última protección en este momento. Y entonces sale al exterior todo el material radiactivo. Esta sería la peor posibilidad.
¿La coraza de hormigón no podría contener el magma?
No. Esa coraza puede contener la radiactividad que desprenda el reactor y los gases; sirve para ello. Pero, si se funde el núcleo, el magma quemará el hormigón. Y en caso de que una parte del hormigón resistiera, aunque habría otro peligro importante: que el magma y todo el material radiactivo llegaran a aguas subterráneas de bajo la central. Entonces sería incontrolable.
¿Eso podría pasar?
Sí, podría pasar, si no consiguen refrigerar constantemente los reactores afectados durante varias semanas. A Fukushima ha pasado que se han ido al traste todos los sistemas de refrigeración para la central se quedó sin electricidad.
Pero las autoridades dicen que cada día que pasa hace más difícil un desastre nuclear...
Bueno..., sí, pero puede pasar en cualquier momento, aunque sea dentro de unos días, si no logran mantener una refrigeración constante del reactor. Es cierto que cada día que pasa es más improbable, pero podría pasar, si la refrigeración fallara.
Refrigeran los reactores con agua de mar. ¿Es una buena manera?
No tienen otra opción. Y usar agua de mar significa renunciar a los reactores refrigerados, porque con la sal se dañan para siempre. Esta agua, cuando llega al núcleo, hierve y se rompe la molécula de agua. Entonces queda una burbuja de hidrógeno que puede estallar. Y para que el vaso de contención no estalle, liberan el gas hacia el segundo edificio de contención, que es el de hormigón, a fin de rebajar la presión interna. Y cuando este segundo edificio tiene demasiada presión, liberan el gas en el tercer edificio de contención, que es lo que ha estallado en tres reactores. Por tanto, la radiactividad que deban evacuar a partir de ahora irá directamente fuera, sin filtro.
¿Ese gas es peligroso?
Sí, es nocivo. Pero aún hay algo peor, y es que las autoridades no han dado ninguna cifra de las cantidades de gas liberado, seguramente porque también han dejado de funcionar los medidores.
¿Pero es muy nocivo?
Ese gas contiene básicamente hidrógeno, pero también cese y yodo.Los japoneses ya piensan en dar pastillas de yodo a la población del entorno de la central. Esto es una medida preventiva, pero indicativa de la agresividad del gas. Quieren dar pastillas de yodo a todos para que tengan las glándulas tiroides saturadas y así el cuerpo expulse todo el yodo radiactivo que pueda respirar. La eliminación del cese es más complicada, porque entra por agua y los alimentos.
¿Cómo afecta la salud humana ese gas?
Tiene una relación directa con el cáncer. Pero esto depende de la dirección que tome el gas radiactivo. De momento, tienen la suerte que el viento sopla hacia el océano y precipitará al agua cuando llueva y quedará bastante disuelto. Ahora, si tienen que refrigerar durante semanas o meses, y por tanto deben liberar gas radiactivo periódicamente, el viento seguramente cambiará y soplará hacia otras zonas, por ejemplo la de Tokio. Y, en este caso, cuando llueva, la radiactividad caerá sobre zonas habitadas. El efecto que puede tener no es inmediato, es a largo plazo. Y hay que tener presente que, por suerte, este gas tiene concentraciones radiactivas pequeñas, pero tampoco podemos ignorar que la radiactividad puede tardar décadas en desaparecer. Y eso hace aumentar los casos de cáncer, es una relación bastante estudiada.
Según dice, la situación es muy grave...
Sí. Y hay que tener en cuenta que nunca hasta ahora tres reactores vez no se habían encontrado en esta situación. En 1979 en Harrisburg (EEUU), sólo se encontró un reactor y durante días todo el mundo estar pendiente. La situación de Japón es muy grave, extraordinaria y caótica.Y también hay que decir que tampoco les cuadran las medidas que les dan los aparatos de medida de la presión y de la temperatura dentro del núcleo, lo que lo complica todo aún más, por si ya no lo era suficiente. Y es que habrán dejado de funcionar.
¿Puede pasar en Japón el descalabro de Chernóbil?
No exactamente. El caso de Chernóbil es diferente, porque el reactor no tenía coraza y, además, el núcleo era de grafito. El reactor se encendió y todo el material radiactivo salió al exterior. Por tanto, es una situación muy diferente, porque son diseños diferentes. Ahora, si el núcleo de alguno de estos reactores japoneses desgraciadamente se fundiera del todo porque no se pudiera refrigerar, el magma podría reventar el hormigón y entonces el resultado, el desastre, sería el mismo.
Caramba...
Ah, y estos reactores japoneses tienen un diseño antiguo, de más cuarenta años, que hace más difícil la refrigeración: tienen la piscina del combustible consumido justo sobre el reactor. Y esta piscina también se ha de refrigerar porque si no, también se enciende. Y uno de estos reactores, el primero por ejemplo, cuyos datos le pedí ayer, tiene, solo, 1.700 toneladas de combustible consumido. Y si esto se escapa, es muy peligroso. El gobierno japonés dijo que habían logrado hacer subir el nivel del agua un par de metros dentro del núcleo, lo que indica que hacen muchos esfuerzos para refrigerar también estas piscinas. La verdad es que es muy complicado, porque hay muchas variables y deben tenerlas todas en cuenta a la hora de refrigerar eficazmente. Es bastante difícil.
Japón es uno de los países más preparados para los terremotos...
Sí, Japón optó por hacer centrales nucleares, sabiendo que era un territorio sísmico. Y además las construyeron en la costa más cercana a la falla. Estaban convencidos de que las podían hacer lo suficiente seguras y, de hecho, se ha demostrado que han aguantado bastante bien un terremoto muy fuerte y un tsunami. Pero, si se quedan sin electricidad, dejan de ser seguras.
¿Y las de nuestro país, son seguras?
Mire, los reactores de la de Cofrentes tienen exactamente el mismo diseño que los de la de Fukushima. Es una central idéntica y, por tanto, tiene la misma seguridad. Las de Ascó y Vandellòs tienen unos diseños un poco más modernos. Pero, a todas, les puede pasar exactamente eso que ha pasado a Fukushima, si se quedan sin electricidad. Aquí no hay tsunamis ni terremotos, pero si por el motivo que sea cayeran las torres eléctricas de alrededor y las centrales quedaran aisladas y sin fuente de suministro eléctrico, la situación sería exactamente la misma: el sistema de refrigeración dejaría de funcionar, se calentaría el núcleo y habría que hacer este mismo proceso de añadir agua y de ir liberando periódicamente gas radiactivo.
Es una energía poco segura...
Yo creo que la tragedia del Japón es el final de la energía nuclear, al menos como proyecto energético de futuro. Hacía treinta años que no había habido ningún incidente grave. Y eso quiere decir que hay toda una generación que no recuerda ninguna. Cada vez que había uno, pasaban veinte años o veinte y cinco, antes de que nadie se decidiera a construir nuevas centrales. Yo diría que esta vez el mundo ha aprendido la lección y ya ha visto claramente que no es una energía suficientemente segura.
Pero a pesar de los accidentes pasados, se han continuado construyendo centrales nucleares...
Pero en este caso hay un factor económico muy importante. Cada reactor de tres mil millones de euros a cuatro mil millones. Después de esto que ha pasado en Japón, con unos cuantos reactores inservibles para siempre, nadie osará invertir en grandes estructuras nucleares, ni bancos ni empresas. Los riesgos son muy grandes en el contexto actual, con esta inestabilidad económica y financiera mundial tan grande.
Hay expertos que dicen que con las energías renovables no tendríamos suficiente...
Depende de que entendamos por suficiente. Es evidente que, si continuamos consumiendo cada vez más energía, si mantenemos esta tendencia, no será suficiente. Pero moderando el gasto y haciendo una apuesta clara por las renovables, sí sería suficiente. Yo creo que este es el camino y que ahora el mundo se da cuenta. De la energía que consumimos en Cataluña, tan solo un 10% es energía nuclear. Con una política de ahorro y con energías renovables, nos saldríamos.

sábado, abril 16, 2011

Un artículo de Andreu Jaume en El País

Foto: I.N., Las sequoias del John Muir Woods, 2011
EL PAÍS
TRIBUNA: Andreu Jaume Artur Mas contra Pericles
ANDREU JAUME 16/04/2011
El pasado día 7 de marzo, el periódico Ara publicaba una entrevista con Boi Ruiz, consejero de Sanidad de la Generalitat, en la que el honorable declaraba lo siguiente: "Si quiere estudiar filología clásica por placer, se lo tendrá que pagar usted. El Estado tiene que facilitar las cosas a quien quiera estudiar por razones de mercado". Pasada la indignación que suscita semejante barbaridad, expresada además con la desdeñosa arrogancia de quien desprecia cuanto ignora, la declaración sirve para exponer una reflexión bastante más problemática que la simpleza en la que se inspira. En primer lugar, hay que notar que el señor Ruiz acierta a elegir la filología clásica como epítome de los estudios inútiles, es decir, las humanidades. Desde la ya lejana segmentación de la carrera de Filosofía y Letras hasta llegar a la actual evisceración de los estudios humanísticos practicada al dictado del Plan Bolonia, la filología clásica había quedado como el último refugio de las litterae humaniores, a salvo de los intentos del mercado por metabolizar una disciplina por definición inmune a él. Por otra parte, el desprecio por los estudios clásicos es ya, desde hace muchos años, una postura institucional que no escandaliza, por desgracia, a nadie. Tampoco es novedosa -aunque sí sea insólito, tal vez, el descaro con que se plantea- la idea de que la Universidad debe ceñirse exclusivamente a las demandas del mercado, una ecuación que menoscaba la condición intempestiva del conocimiento. Si la educación se imparte sólo en términos mercadotécnicos acaba, irremediablemente, por desvirtuarse y desahuciar a la sociedad a la que se pretender servir: tal es el inquietante uróboros que proponen el consejero Ruiz et alii.
En ¿Qué es un clásico?, una conferencia de 1944, T. S. Eliot reflexionaba sobre la relación que una sociedad establece con el concepto de clásico, que él identificaba todavía con Virgilio. Dejando ahora de lado la caducidad de esa idea, incluso en el momento en que fue formulada y a sabiendas de su autor, las conclusiones a las que llega Eliot al respecto resultan sin embargo inesperadamente iluminadoras para entender el ambiente que ha hecho posible una declaración como la de Boi Ruiz en nuestros días. Sostenía Eliot que, en su época, cuando el hombre parecía más dispuesto que nunca a confundir conocimiento con información e intentaba solventar la vida en términos tecnológicos, empezaba a surgir una nueva forma de provincianismo que no tenía que ver con el espacio sino con el tiempo y para el que la historia es simplemente la crónica de los artefactos humanos; un provincianismo para el que el mundo es sólo propiedad de los vivos y donde los muertos han sido desposeídos de su patrimonio -si lo mereciera, parecería una definición de la actitud del provinciano consejero. Terminaba Eliot diciendo que el resultado de todo ello es que los habitantes del globo acabaríamos siendo, todos juntos, provincianos. Y que aquellos que se resistieran no tendrían más remedio que convertirse en ermitaños.
Por otro lado, la aparente extrañeza que produce escuchar una afirmación de esa naturaleza en boca del titular de Sanidad y no en la del responsable del ramo induce a pensar que la frase es mucho más que una ocurrencia. Hace ya bastante tiempo que la crisis económica se utiliza como excusa para desguazar sin contemplaciones el Estado de bienestar. Lo que realmente se trasluce en las palabras de Boi Ruiz es el clima de opinión que se respira en el seno de la Administración pública. No es casual que la bravata del señor Ruiz haya venido acompañada del silencio cómplice y vergonzoso de sus colegas y en especial de Ferran Mascarell, consejero de Cultura, ex miembro del PSC y ahora incorporado como independiente a ese "Gobierno de los mejores" que prometió Artur Mas, responsable último y verdadero artífice de la afrenta.
Es realmente desolador ver cómo los políticos nacionalistas se llenan la boca de patriotismo para luego desmantelar la res publica y venderla por cuatro cuartos. Haría bien Artur Mas en leerse, por ejemplo, el Discurso fúnebre de Pericles y comprobar hasta qué punto la política que auspicia no va sólo en contra de la paideia sino de los fundamentos de la democracia.
Andreu Jaume es editor de Random House Mondadori.

lunes, abril 11, 2011

Artículo muy claro de J. Stiglitz en El País

Foto: I.N., Santa Fe del Montseny, 2011
EL PAÍS, Lunes 11 de abril de 2011
TRIBUNA: JOSEPH E. STIGLITZ
Jugar con el planeta
Las consecuencias del terremoto de Japón -especialmente la actual crisis en la central nuclear de Fukushima- traen recuerdos sombríos para los observadores de la crisis financiera estadounidense que precipitó la Gran Recesión. Ambos acontecimientos ofrecen duras lecciones sobre los riesgos y sobre lo mal que pueden manejarlos los mercados y las sociedades. Los bancos demasiado grandes para quebrar saben que serán rescatados si tienen problemas. Un sistema que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias está condenado a gestionar mal el riesgo.
Naturalmente, en cierto sentido no hay comparación entre la tragedia provocada por el terremoto -que ha dejado más de 25.000 personas muertas o desaparecidas- y la crisis financiera, a la que no se puede atribuir un sufrimiento físico tan agudo. Pero cuando se trata de la fusión del reactor nuclear en Fukushima, los dos acontecimientos tienen algo en común. Los expertos tanto de la industria nuclear como de las finanzas nos aseguraron que la nueva tecnología había eliminado prácticamente el riesgo de una catástrofe. Los hechos demostraron que estaban equivocados: no solo existían los riesgos, sino que sus consecuencias fueron tan grandes que eliminaron fácilmente todos los supuestos beneficios de los sistemas que los líderes de la industria promovían. Antes de la Gran Recesión, los gurús económicos de EE UU -desde el presidente de la Reserva Federal hasta los gigantes de las finanzas- se jactaban de que habíamos aprendido a dominar los riesgos. Mediante instrumentos financieros innovadores, como los derivados y los credit default swaps (seguros contra el impago de la deuda), se había logrado distribuir el riesgo en toda la economía. Ahora sabemos que no solo engañaron al resto de la sociedad, sino que incluso se engañaron a ellos mismos. Resultó que estos magos de las finanzas no entendieron las complejidades del riesgo, por no hablar de los peligros que plantean las "distribuciones de cola ancha", un término estadístico que se refiere a situaciones raras que tienen consecuencias enormes, y a las que a veces se llama "cisnes negros". Eventos que supuestamente suceden una vez en un siglo -o incluso una vez en la vida del universo- parecían ocurrir cada diez años. Peor aún, no solo se subestimó enormemente la frecuencia de estos acontecimientos, sino también el daño desmesurado que causarían -más o menos como las fusiones que siguen agobiando a la industria nuclear. Las investigaciones económicas y psicológicas nos ayudan a entender por qué gestionamos tan mal estos riesgos. Tenemos pocas bases empíricas para juzgar los acontecimientos raros, por lo que es difícil hacer cálculos precisos. En tales circunstancias, no solo empezamos a pensar lo que queremos, sino que puede ser que tengamos pocos incentivos para pensar en absoluto. Por el contrario, cuando los demás cargan con los costes de los errores, los incentivos favorecen el autoengaño. Un sistema que socializa las pérdidas y privatiza las ganancias está condenado a gestionar mal el riesgo. En efecto, todo el sector financiero estaba plagado de problemas con las agencias y las externalidades. Las agencias de calificación tenían incentivos para dar buenas calificaciones a los títulos de alto riesgo que producían los bancos de inversión que les pagaban. Los creadores de las hipotecas no cargaban con las consecuencias de su irresponsabilidad, e incluso quienes se dedicaron a dar préstamos abusivos o crearon y comercializaron valores diseñados para perder, lo hicieron de manera que quedaron protegidos de acusaciones civiles y penales. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿están a punto de aparecer otros "cisnes negros"? Desafortunadamente, es probable que algunos de los riesgos realmente grandes a los que nos enfrentamos hoy día ni siquiera sean eventos raros. Lo bueno es que esos riesgos se pueden controlar con poco o ningún coste. Lo malo es que hay una fuerte oposición política para hacerlo, porque hay personas que se benefician del statu quo. En los últimos años hemos visto dos de los grandes riesgos, pero hemos hecho poco para controlarlos. Según algunas personas, la forma en que se manejó la última crisis puede haber aumentado el riesgo de un colapso financiero en el futuro. Los bancos demasiado grandes para quebrar y los mercados en los que participan saben ahora que pueden esperar rescates si tienen problemas. Como resultado de este riesgo moral, esos bancos pueden pedir créditos en condiciones favorables, lo que les da una ventaja competitiva que no se basa en un rendimiento superior, sino en la fuerza política. Si bien se han frenado algunos de los excesos que se cometían al asumir riesgos, los préstamos abusivos y las operaciones no reguladas de oscuros derivados extrabursátiles continúan. Las estructuras de incentivos que fomentan la toma de riesgos excesivos se mantienen prácticamente sin ningún cambio. De la misma forma, mientras que Alemania ha cerrado sus reactores nucleares más viejos, en EE UU y otros lugares incluso las plantas que tienen los mismos defectos de diseño que la de Fukushima siguen operando. La existencia misma de la industria nuclear depende de subsidios públicos ocultos -los costes que paga la sociedad en caso de desastres nucleares, así como los costes de la eliminación de los residuos radiactivos que aún no se aborda-. ¡Viva el capitalismo sin restricciones! Para el planeta hay un riesgo adicional que, al igual que los otros dos, es casi una certeza: el calentamiento global y el cambio climático. Si hubiera otros planetas a los que pudiéramos irnos a bajo coste en el caso de que ocurriera el resultado casi seguro que prevén los científicos, se podría argumentar que se trata de un riesgo que vale la pena tomar. Pero no los hay, por lo que no lo es.
Los costes de reducir las emisiones palidecen en comparación con los posibles riesgos a que se enfrenta el mundo. Y eso se aplica incluso si descartamos la opción nuclear (cuyos costes siempre se subestimaron). Ciertamente, las industrias del carbón y del petróleo resultarían perjudicadas, y obviamente los países que son los grandes contaminadores -como EE UU- pagarían un precio más alto que los que tienen un estilo de vida menos derrochador. A fin de cuentas, quienes apuestan en Las Vegas pierden más de lo que ganan. Como sociedad, estamos apostando -con nuestros grandes bancos, con nuestras instalaciones de energía nuclear, con nuestro planeta-. Al igual que en Las Vegas, los pocos afortunados -los banqueros que ponen en peligro nuestra economía y los propietarios de las empresas de energía que ponen en riesgo nuestro planeta- pueden ganar mucho dinero. Pero en promedio, y casi con seguridad, nosotros como sociedad, al igual que todos los jugadores, vamos a perder. Por desgracia, esa es una lección que se desprende del desastre de Japón que seguimos ignorando por nuestra cuenta y riesgo.
Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía. © Project Syndicate, 2011. www.project-syndicate.org. Traducción de Kena Nequiz.

Nucleares no, gracias

Foto: I.N. Cerca de los bosques de John Muir, CA, 2011
La energía nuclear, un coste inaceptable
Cristina Narbona en SIN PERMISO
Mientras escribo estas líneas, todavía se desconoce el resultado final del gravísimo accidente nuclear de Fukushima. Aunque se consiguiera interrumpir inmediatamente la fuga de radiactividad y evitar una catástrofe aún mayor, lo acaecido se considera ya, por parte de la mayoría de los expertos, de una gravedad sólo superada por Chernóbil. Y resulta intolerable el esfuerzo por minimizar las consecuencias de Fukushima por parte de quienes siguen insistiendo en la inevitabilidad del uso creciente de la energía nuclear. Intolerable, ante todo, desde el punto de vista democrático: los ciudadanos tienen derecho a saber cuáles son los riesgos reales y cómo se gestionan por parte de empresas y gobiernos, así como quién asume responsabilidades y quién sufraga los costes en el caso de accidentes en las centrales nucleares.
Fukushima es un trágico ejemplo de riesgos no adecuadamente contemplados y de costes, sin duda incalculables, que recaerán, sobre todo, sobre los contribuyentes japoneses. La empresa Tepco ha pedido ya ayuda estatal para financiar las actuaciones que está llevando a cabo en la planta en su intento de frenar los efectos del accidente. Una manifestación más del modelo económico aún imperante –“socialización de costes/privatización de beneficios”– con escasa o nula penalización de las decisiones empresariales de alto riesgo, bien evidente tras el estallido de la crisis financiera internacional. Obviamente, la financiación pública requerida ahora por Tepco es sólo una parte de los recursos que serán necesarios para hacer frente a problemas, aún sin cuantificar, de salud –física y mental–, de evacuaciones, de pérdida de actividad en la agricultura y en la pesca… motivados por la presencia de radiactividad en el aire, en el suelo y en el agua en una extensión geográfica de difícil delimitación. Una radiactividad que mantendrá su potencial dañino a lo largo, incluso, de miles de años en el caso de algunos componentes presentes en el combustible utilizado, lo que convierte en tarea imposible el cálculo del coste real del riesgo nuclear. Por supuesto, un accidente como el de Fukushima puede ser –ojalá sea– un acontecimiento excepcional; y bienvenido sea todo el esfuerzo para revisar las condiciones de seguridad de todas las centrales nucleares existentes en el mundo, revisión que ya ha llevado al cierre definitivo de siete centrales de Alemania. Bienvenidas sean también normas internacionales basadas en el conocimiento científico independiente y no en intereses de empresas concretas.
Pero, más allá de ese ejercicio de responsabilidad a posteriori –la mayoría de las centrales japonesas incumplían los requisitos de seguridad legalmente exigibles en el momento del accidente–, lo más importante es el planteamiento cara al inmediato futuro. Sabemos ya que, si se establecen nuevos requisitos (sobre la ubicación, el diseño de las plantas, los sistemas de alerta…), el coste de las nuevas centrales será significativamente más elevado. ¿Cómo se financiarán, en tiempos de restricción del gasto público? La importancia de los recursos públicos en el desarrollo de esta actividad industrial ha sido ya muy notable –solamente en los países de la Unión Europea ha supuesto la cifra de 160.000 millones de euros desde 1950–. Pero parece inevitable, si se siguen construyendo centrales, la necesidad de un mayor apoyo con cargo a los bolsillos de los contribuyentes. Por tanto, está plenamente justificado el debate público sobre la opción nuclear –ese debate que nunca se ha cerrado– y, en general, sobre el modelo energético deseable. Con motivo de la preparación del encuentro en 2012 Río+20, participo en un panel de Naciones Unidas sobre Sostenibilidad Global. En dicho panel existe un amplio consenso en cuanto a la exigencia de garantizar el acceso de todos los ciudadanos del planeta –los que viven hoy y los que vivirán mañana– a suficiente energía limpia y segura. Por ello, el panel analiza los mejores ejemplos ya existentes para promover el acceso a energías renovables en países menos desarrollados, y previsiblemente emitirá alguna recomendación en cuanto a iniciativas concretas de carácter global. La energía nuclear no es una opción sostenible: no es barata, no es segura y requiere instituciones muy potentes para garantizar control e información, algo que ha fallado incluso en un país tan avanzado como Japón.
Hay que recordar que, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE 2010), la nuclear podría suponer como máximo sólo un 6% de la producción mundial de energía en 2030, y ello sólo si se llevasen adelante los numerosos proyectos previstos antes del accidente de Fukushima –muchos de ellos actualmente paralizados tras el incidente–. Ese porcentaje resulta muy inferior a la contribución de la eficiencia energética prevista por la AIE (más del 40%), a la reducción del consumo total de energía y por tanto a la lucha contra el cambio climático. Hoy día, la energía nuclear tiene un peso significativo sólo en algunos países desarrollados, lo que ha condicionado negativamente el avance de las energías renovables y ha favorecido un análisis sesgado y a corto plazo sobre su coste.
Creo que ha llegado el momento de abordar un debate estratégico que contemple todos los elementos: costes y beneficios efectivos de cada fuente de energía –de acuerdo con el ciclo de vida íntegro de cada una de ellas y de los riesgos asociados–; relación entre consumo de energía y satisfacción de necesidades; potencial para un mayor ahorro y una mayor eficiencia en la producción, el transporte y el consumo de energía; gasto público asociado a la I+D+i de cada opción; cooperación al desarrollo sostenible a nivel global… Una ciudadanía bien informada, con posibilidad de participar en el debate sobre decisiones políticas de tanto impacto tanto para la generación actual como para las generaciones futuras, es un requisito imprescindible para mejorar la calidad de la democracia. Y para decidir, colectivamente, entre otras cosas, sobre cuán aceptable es el verdadero coste de la energía nuclear, que poco tiene que ver con el coste del kw/h de centrales ampliamente amortizadas.