jueves, octubre 23, 2008

Memoria histórica, legitimidad

Foto: ? Monumento a mi único antepasado ilustre con el que puedo identificarme, don Nicolás Salmerón, que dimitió de la presidencia por no firmar una pena de muerte.
Foto: ? Monumento a mi único antepasado ilustre con el que puedo identificarme, don Nicolás Salmerón, que dimitió de la presidencia por no firmar una pena de muerte.
En El País leo este atinado artículo de Jordi Gràcia sobre la iniciativa de Garzón, y me resulta un alivio tras leer en La Vanguardia un artículo completamente desatinado e inexplicable de Pilar Rahola, por no decir vergonzoso; parece mentira que ni siquiera la muerte de su antecesor Carles Rahola le haya servido para comprender que al margen del trabajo necesario de los historiadores, la Justicia tiene un deber simbólico con las víctimas y con el país entero, y que la impunidad y el olvido, la imposibilidad de enterrar a los propios muertos ni de recobrar su dignidad, la negación de la memoria y la renuncia a hacer justicia están en la raíz de los males de este país, en su ignorancia y en su mala salud mental. TRIBUNA: Franco, en los calabozos de la conciencia JORDI GRACIA 22/10/2008 La iniciativa de Garzón quizá no tenga porvenir jurídico, pero sí gran alcance simbólico El del crédito es un asunto tan inestable que parece que ahora las mismas empresas que lo disfrutaron han dejado de hacerlo de la noche a la mañana. Pero hay un tipo de confianza que siempre ha sido más difícil de ganar porque su territorio es difuso y casi imaginario; el valor de lo simbólico se sostiene no se sabe bien en qué pero opera de una manera decisiva, casi primordial. Y quizá el mérito mayor de la iniciativa del juez Garzón ahora, 70 años después de la Guerra Civil y 30 después de la muerte de Franco, estriba en su dimensión simbólica y no tanto en su capacidad operativa para hacer una justicia que ya no va a pagar nadie, porque los culpables están todos muertos y sus delitos presumiblemente prescritos. Lo recordaba una carta publicada en este periódico el pasado domingo, que concluía que es un derroche de tiempo y dinero de la justicia española el ocuparse en localizar y exhumar fósiles de acuerdo con la voluntad de sus descendientes. No le falta razón. Las aperturas de hoy parecen dejar en un segundo plano las exigencias de orden sentimental, ético o espiritual, aunque la demanda de los descendientes de los fusilados en las cunetas no va más allá, en casi todos los casos, de la restitución de la dignidad o la aspiración más rasa aún de saber dónde fue tirado el cadáver de un abuelo o de un tío. Sin embargo, mi conclusión ante el mismo razonamiento es la contraria. La dimensión que importa en este caso es simbólica y el objetivo último cumple con la lógica democrática: el contundente e irreprochable enjuiciamiento de una sublevación que rompió la baraja democrática y metió de bruces al país en una guerra civil que no existía antes del 17 de julio de 1936 a pesar de los disturbios, las violencias callejeras o los enfrentamientos armados. El valor simbólico de esa iniciativa está en sacar de la cabeza de cualquier incauto, de cualquier joven desinformado e impresionable, de cualquier heredero o descendiente de familias franquistas, la menor duda sobre la ilegitimidad de un alzamiento. Pero la causa de Garzón va más allá: imputa también un plan de exterminio que no se aborta o se detiene con el final de la guerra, sino que se extiende bárbara y metódicamente durante los muy largos y sangrientos años de la posguerra, no sólo con la impunidad del poder político militar sino con la complicidad de la judicatura y la Iglesia, para empezar y como mínimo. Tuvo que recordarlo Ridruejo en 1962 -y Ridruejo había sido uno de los sublevados de 1936-, así que sabía muy bien de qué hablaba cuando hablaba de una Iglesia de la Victoria que "olvidaría censurar los abusos de la violencia, la inmoralidad económica o el despojo de los derechos más comunes", además de haber actuado tras la guerra "sin resolución para intentar la mitigación de la violencia ni para cortar después la carrera de los abusos". Y eso que Ridruejo era entonces, y siguió siendo después, católico practicante, aunque intransigente con la Iglesia franquista. De la misma manera en que hemos vivido 15 años de transición sin que nadie diese un duro en público por la versión franquista de la guerra y de su propia dictadura, en los últimos lustros hemos vivido social y mediáticamente una rehabilitación indecorosa de esa versión. Carece del menor crédito político, intelectual o historiográfico y, sin embargo, ha sido difundida con denuedo en libros y radios y periódicos, y ha sido respaldada explícita o implícitamente por los sectores más irresponsables y reaccionarios del Partido Popular. El castigo electoral está siendo largo para el PP, pero quizá ahora convenía restituir el crédito íntegro para la versión democrática sobre la guerra y la dictadura. El juez Garzón ha entendido útil esa iniciativa, no para hacer juicios a la historia, ni para enmendar la plana a nadie, sino para fortalecer simbólicamente la asediada interpretación racional y más justa del origen de la guerra y el aplastamiento de la Victoria. Hoy, además, puede contar con una minuciosísima e irrefutable información sobre los campos de concentración, sobre los asesinatos programados, las persecuciones de civiles, las represalias privadas y los desmanes practicados en la primera década larga del régimen. Sólo tendrá valor simbólico pero es seguramente el que importa para que aquellos que vieron en la Segunda República la madre de todos los males entiendan con más ecuanimidad y justicia histórica qué pasó entonces y cómo fue la victoria de los sublevados. La fortaleza de la democracia no necesitaba esa iniciativa de Garzón. La necesitaba esa suerte de capital simbólico que es atreverse a respaldar de frente la verdad histórica cuando está en riesgo de descrédito. Y el mejor modo, en 2008, es que Franco vaya haciendo compañía en los calabozos de la conciencia a su admirador confeso Pinochet, y por una vía directa. Es decir, a través de su imputación como responsable de insubordinación política y militar contra el poder surgido de las elecciones de febrero de 1936. Los insolventes éticos e historiográficos tendrán así algo más estranguladas las líneas de crédito. Jordi Gracia es catedrático de Literatura Española de la UB.

sábado, octubre 04, 2008

Dos posiciones ante la crisis

Foto: I.N., Palmeras en el puerto, Palma, 2008
No me convence este primer artículo y me gustaría preguntar a mis amigos economistas qué opinan. No es sólo el catastrofismo; es obvio que este hombre tiene razón cuando dice que la crisis será larga y mucho peor de lo que es ahora. Pero no me gustan varias cosas: que parece que no tenga ideología (y la tiene, puesto que su determinismo es útil a determinados intereses), que dé fechas tan precisas y no las justifique ni argumente (en vez de economista parece astrólogo, pero sin encantamiento), que venga a decir que se haga lo que se haga todo será terrible y luego resucitará mágicamente: si es así, que nos diga cuáles son las leyes matemáticas que lo propiciarán. Y su idea de que al final desaparecerá el Estado y gobernarán (aún más!?) las grandes corporaciones parece que se ajusta a su mal disimulada ideología. Yo prefiero al mismo Jean Luc Gréau, que copio más abajo, en verde, y sí proponía cosas, o a Vicenç Navarro. Pero pongo aquí a este profesor (pese a ese castellano defectuoso, fallida en vez de quiebra, la manera como, se ha de hacer... etc ¡Debería traducirse!) a ver si alguien con cultura económica o política opina:
"En 2010 empezará la crisis de verdad y será brutal, terrible" El catedrático de Estructura Económica de la Ramon Llull augura que la recesión durará diez años David Ruiz Barcelona 03/10/2008
Santiago Niño Becerra, nacido en Barcelona hace 57 años, es un hombre que habla claro. Catedrático de Estructura Económica, es profesor en la Facultad de Economía IQS de la Universitat Ramon Llull. Considera que la situación económica mundial va a ir "tendencialmente a peor" en los próximos tres años y que todas las medidas que se están aplicando no van a servir porque responden a un viejo manual que ha quedado obsoleto. -¿Estamos ya en crisis?
-No, que va. Yo diría que estamos en "precrisis". La crisis empezará a mediados de 2010. Pero es que, además, lo que viene ahora y lo que vendrá no se parece en nada a lo que vivimos en 1993 o en el 2000. Esto es otra película, es una crisis sistémica. De parecerse a alguna cosa, se parecería al "crack del 29".
-¿Por qué es una crisis sistémica?
-Porque la manera como está funcionando el sistema se tiene que cambiar. En 1993 hubo un problema, se inyectó dinero en forma de crédito y se acabó. En 2000, lo mismo. Ahora no. Aplicamos un manual viejo que ya no funciona. Se han agotado las herramientas que se pusieron en marcha como el hiperconsumismo, el hipercrédito o la hiperdeuda y pasamos a otra película...
-¿Cuándo empezó esta "precrisis"?
-En septiembre de 2007 cuando se manifestó el problema de las subprime.
-¿Y hasta cuándo durará?
-Se alargará hasta junio o julio del año 2010. La tendencia dentro de este periodo será a peor. Esto no significa que un día la bolsa suba o que otro baje. En 2010 empezará la crisis de verdad. Caída "a plomo" hasta mediados de 2012. Habrá un hundimiento a nivel económico, y será a nivel mundial.
-¿Qué pasará a partir de 2010?
-Durante el periodo 2010-2012 el nivel de la caída será brutal, terrible. Habrá economías que sufrirán muchísimo, por ejemplo la española, la alemana, la estadounidense o la china. Habrá un periodo de estancamiento hasta 2015 y, a partir de ahí, comenzará un periodo de recuperación muy lento hasta 2018-2020. Estamos hablando de una duración de 10 años, similar a la "Gran Depresión" norteamericana de la década de 1930. -¿El capitalismo ha llegado a su fin?
-El colapso del sistema capitalista aún no se ha producido. Los sistemas tienen una vida de 250 años. El capitalismo empezó entre 1815 y 1820 y terminará más o menos en 2070. Lo que ahora vivimos es una crisis de ajuste, como ocurrió en 1929. Las características del capitalismo no cambiarán pero el ajuste que se hará será muy importante. -¿Cuáles son las posibilidades que tenemos para capear el temporal?
-Nada. Esto ha de pasar. Es inevitable.
-¿Pero los ciudadanos no tienen ninguna opción para intentar salir menos afectados?
-Yo siempre recomiendo que si alguien tiene deudas, que no se endeude más. Quien no tenga, que no se endeude y si una persona tiene deudas y dinero ahorrado, que lo dedique a reducir deuda. Otra cosa es que, antes de comprar nada, la gente se pregunte si realmente lo necesita. Que calculen muy bien cuales son las expectativas de sus ingresos y adapten el gasto. Lo que no sea necesario, no es importante.
-¿Habrá muchas empresas que puedan aguantar esta situación?
-No, habrá cierres en cascada. La evolución será cada vez a peor y, a partir de 2010, se acelerará.
-¿La culpa es de los bancos y las inmobiliarias? -La culpa no es de una persona o de un grupo de personas. Las medidas que se han tomado han llevado al desastre. Pero si estas medidas no se hubieran tomado, no se hubiera crecido como se ha crecido. Y todos hemos estado muy contentos de crecer así.
-¿Habrá bancos que quebrarán?
-Sí, pero aunque un banco haga fallida no pasa nada. El problema es que, dentro de un escenario como el actual, que un banco caiga supone un torpedo a la confianza. El sistema que hemos montado no está atado con cables de titanio, está unido con algo tan intangible como es la confianza que, cuando se rompe, ya no se puede reparar.
-¿Es una buena decisión que los Gobiernos usen dinero público para salvar a las empresas?
-No servirá de nada. Se tiene que hacer porque el modelo dice que es lo que debe hacerse. Esto sirve para tapar un agujero, pero se abrirá otro. Estamos hablando de cifras tan brutales que es imposible tener dinero suficiente para tapar todos los agujeros.
-¿Cómo sabremos que estamos saliendo de la crisis?
-La recuperación se percibirá en el ambiente. El primer síntoma de la recuperación vendrá hacia 2012 porque no iremos a peor. El segundo signo será que algunas personas empezarán a hacer cosas.
-¿El resultado de esta crisis será la aparición de una nueva potencia económica?
-Yo opino que la figura del Estado irá a menos y que las grandes corporaciones tendrán más fuerza. Creo que General Electric es la primera corporación del futuro, es un caso a estudiar. En el futuro habrá más eficiencia, orden, aprovechamiento,…
-¿Grandes corporaciones como las de la película "Rollerball", que planteaba un futuro en el que las grandes corporaciones controlaban el mundo?
-Sí, eso mismo.
ENTREVISTA: ALMUERZO CON... JEAN-LUC GRÉAU "Los economistas han traicionado a la realidad" OCTAVI MARTÍ 02/10/2008 Vive en Montmartre pero la cita es en el centro de París, en Marais. Comemos en la terraza pues, aunque ya hace fresco, nos ahorramos el zumbido de la música de fondo. Lleva un traje oscuro y -previsor- un jersey de lana por encima de la camisa. Jean-Luc Gréau nació en Argelia hace 65 años. Entonces el país era francés pero dejó de serlo cuando él cumplió los 18.
"En 1962 llegamos a Montpellier. Y allí cursé mis estudios. La ciudad nos acogió bien". Ningún trauma de pied noir, de colonizador que desentona en la metrópoli. Y enseguida trabajó en la patronal. Como economista. "Durante 27 años he estado dedicado a presionar a los diputados franceses. Había que asesorarles en materia económica. Y defender nuestro punto de vista, claro". Que era el de un estricto liberal.
Su premonitorio libro sobre la crisis le ha puesto en órbita en Francia Pero eso es ya un pasado remoto porque hoy, convertido en autor de éxito y subido a los púlpitos de opinión gracias a La trahison des économistes (La traición de los economistas), un bombazo en plena crisis, se ha descubierto como un intenso orador que no presta demasiada atención al menú. La ensalada se aburre en el plato y el salmón a l'unilateral se queda frío. "Hace mucho que dejé de confiar en la capacidad autorreguladora del mercado. Lentamente. Primero Nixon abandonó la garantía del llamado patrón-oro. Luego vinieron Reagan y Thatcher, la desregulación y la venta del patrimonio del Estado. El paro y la miseria se hicieron endémicos. Los ricos lo eran cada vez más y la parte del salario cada vez es menor en el coste final de un producto". Sus dos primeros libros fueron tan minoritarios como premonitorios, pero el tercero llega en el momento adecuado y se vende como rosquillas en un país ansioso de explicaciones. "Lo que yo defiendo, antes era inaudible". Porque la crisis le ha conferido una autoridad que antes monopolizaban esos "economistas traidores". ¿A qué? "A la realidad". Él es una excepción en un contexto donde domina el discurso no intervencionista: proteccionista, contrario a la moneda única y defensor del Estado. "No creo que Europa tenga que ser proteccionista respecto a EE UU o Canadá, pero es absurdo que no lo sea frente a China, Corea o Ucrania". Gréau pone el dedo en la llaga: los intercambios son desiguales cuando en un país existe protección social y en el otro no, cuando en uno los salarios son altos y en el otro miserables. La crisis actual, dice, es el final de un proceso de financiarización de la economía. "Hoy el consejo de administración deja que el gerente o director se fije el propio sueldo. Es descomunal. Fuera de toda lógica. Y él, a cambio, se ocupa de multiplicar el valor de las acciones en muy poco tiempo. Jugando con la deuda. Se confunde el interés de la empresa con el de sus accionistas, de unos pocos. Y la burbuja estalla". Lo explica con orden y calma. Con la calma del converso. "Soy una mezcla de keynesiano y schumpeteriano que se reconoce deudor ante Marx y, sobre todo, ante Adam Smith. Difícil de clasificar". Pero si hace un año nadie quería escuchar a los augures inclasificables, hoy los lectores franceses dan la razón a sus libros. Y a nuestro alrededor, ahora caemos, el restaurante no se ha llenado. Impensable hace seis meses.

Slavoj Zizec ayer en El País

Foto: I.N. Portitxol, Palma de Mallorca, 2008
TRIBUNA: SLAVOJ ZIZEK
Unas gafas para leer entre líneas a McCain
Para captar el mensaje republicano en las elecciones de Estados Unidos hay que tener en cuenta lo que se dice y lo que no se dice, pero está implícito. De su lectura de la crisis actual podría surgir un gran peligro
SLAVOJ ZIZEK 02/10/2008
Cuando el héroe de la película de John Carpenter Están vivos, una de las obras maestras olvidadas de la izquierda de Hollywood, se coloca un par de extrañas gafas que ha encontrado en una iglesia abandonada, se da cuenta de que un cartel publicitario lleno de color que nos invitaba a descansar en una playa de Hawai no muestra ahora más que unas letras grises sobre fondo blanco que forman la frase "Casaos y reproducíos"; y un anuncio de un nuevo televisor en color dice "¡No penséis, consumid!". En otras palabras, las gafas funcionan como un aparato para hacer crítica de la ideología, le permiten ver el verdadero mensaje por debajo de la llamativa superficie. ¿Qué veríamos si observáramos la campaña presidencial republicana con unas gafas así?
El "efecto Palin" es un engaño: podemos hacer compatibles feminismo y familia tradicional Para sortear la crisis, a los republicanos puede tentarles reactivar la "guerra contra el terror"
Otras generaciones anteriores de mujeres dedicadas a la política (Golda Meir, Indira Gandhi, Margaret Thatcher, incluso hasta cierto punto Hillary Clinton) eran lo que suele llamarse mujeres "fálicas": actuaban como "damas de hierro" que imitaban y trataban de superar la autoridad masculina, ser "más hombres que los propios hombres". En un comentario reciente en Le Point, Jacques-Alain Miller destacaba que Sarah Palin, por el contrario, exhibe con orgullo su lado femenino y su maternidad. Ejerce un efecto "castrador" en sus oponentes masculinos, no porque sea más viril que ellos, sino porque emplea el arma femenina por excelencia, la degradación sarcástica de la autoridad masculina; sabe que la autoridad "fálica" del varón no es más que una pose, una apariencia que hay que explotar y ridiculizar. Recuerden cómo se burló de Obama llamándole "voluntario social", aprovechándose de que el aspecto físico del candidato presidencial demócrata tiene algo de estéril, con su piel negra pálida, sus rasgos delgados y sus grandes orejas.
Nos encontramos aquí con una feminidad "post-feminista" sin complejos, que reúne las características de madre, profesora recatada (con gafas y moño), personaje público e, implícitamente, objeto sexual, que muestra orgullosa a su marido como juguete fálico. El mensaje es que a ella no le falta de nada; y, para colmo, es una mujer republicana la que hace realidad un sueño de la izquierda progresista. Es como decir que ella es lo que las feministas de izquierdas quieren ser. No es extraño que el efecto Palin sea de falsa liberación: ¡Más, cariño, más! ¡Podemos hacer combinaciones imposibles, el feminismo y los valores familiares, las grandes empresas y los trabajadores! Así que, volviendo a Están vivos, para captar el verdadero mensaje republicano hay que tener en cuenta lo que se dice y lo que no se dice, pero está implícito. Si el mensaje que vemos es el lema simplista de la frustración populista por la paralización y la corrupción de Washington, las gafas nos mostrarían algo parecido a una aprobación de la negativa de la gente a comprender: "Os permitimos que no comprendáis; divertíos, desahogad vuestra frustración, nosotros nos encargaremos de todo; en realidad, es mejor que no sepáis estas cosas (recuerden las insinuaciones de Dick Cheney sobre el lado oscuro del poder), ya tenemos suficientes expertos entre bastidores que pueden arreglar las cosas...". La pregunta, por tanto, es: ¿quién es el Karl Rove de McCain? Y, cuando el mensaje que vemos es la promesa republicana de cambio, las gafas enseñarían algo así como "No os preocupéis, no habrá ningún cambio de verdad, sólo queremos cambiar algunos detalles para que nada cambie verdaderamente". La retórica del cambio, de agitar las aguas estancadas de Washington, es un elemento permanente de los eslóganes republicanos; recuerden la explosión populista anti-Washington de Newt Gingrich -"¡Estoy furioso!"- de hace dos décadas. De modo que no debemos ser ingenuos: los votantes republicanos saben que no habrá auténtico cambio, saben que la sustancia seguirá siendo la misma y lo que cambiará será el estilo; es parte del juego. ¿Pero qué pasa si, por el contrario, el mensaje republicano entre líneas (no tengáis miedo, no va a haber auténtico cambio...) es la verdadera ilusión, y no la verdad secreta? ¿Y si, en realidad, hay un cambio? O, para parafrasear a los hermanos Marx: McCain y Palin dan la impresión de querer un cambio y hablan como si quisieran un cambio, pero ¿y si eso no debe engañarnos, y si verdaderamente consiguen el cambio? Tal vez ése es el auténtico peligro, porque será un cambio en la dirección de "¡Nuestro país ante todo!" o "¡Más, cariño, más!". Por suerte, no hay mal que por bien no venga, y ha ocurrido lo que hacía falta para recordarnos dónde vivimos: en la realidad del capitalismo globalizado. El Estado norteamericano ya está cocinando medidas de urgencia para gastar cientos de miles de millones de dólares -hasta un billón- en reparar las consecuencias de la crisis financiera causada por las especulaciones del mercado libre. La lección está clara: el mercado y el Estado no se oponen, y son necesarias fuertes intervenciones del Estado para hacer que el mercado siga siendo practicable. La reacción predominante entre los republicanos a la crisis financiera es un intento desesperado de reducirla a una desgracia menor que puede remediarse con una buena dosis de la vieja medicina republicana (el debido respeto a los mecanismos de mercado, etcétera). En otras palabras, su mensaje oculto es: te permitimos que sigas soñando. Sin embargo, toda la postura política de rebajar el gasto del Estado se vuelve irrelevante después de este brusco contacto con la realidad: ahora, hasta los más firmes defensores de disminuir el papel excesivo de Washington aceptan la necesidad de una intervención del Gobierno que resulta sublime por lo casi inimaginable de su importe. Ante esta magnificencia, toda la bravuconería ha quedado reducida a un murmullo confuso: ¿dónde están ahora la determinación de McCain y el sarcasmo de Palin? Ahora bien, ¿ha sido verdaderamente la crisis financiera un momento aleccionador, el despertar de un sueño? Todo depende de cómo se simbolice, de qué interpretación ideológica o qué versión se imponga y determine la percepción general de la crisis. Cuando el curso normal de los acontecimientos sufre una interrupción traumática, se abre la puerta a una rivalidad ideológica discursiva; por ejemplo, en Alemania, a finales de los años veinte, Hitler ganó la disputa por la narración que iba a explicar a los alemanes las razones de la crisis de la República de Weimar y la forma de salir de ella (su argumento era la trama judía); en Francia, en 1940, fue la versión del mariscal Pétain la que dominó la explicación de los motivos de la derrota. Por consiguiente, para decirlo en viejos términos marxistas, la principal tarea de la ideología dominante en la crisis actual es imponer una versión que no responsabilice del colapso al sistema capitalista globalizado como tal, sino a sus distorsiones secundarias accidentales (normas legales demasiado relajadas, corrupción de las grandes instituciones financieras, etcétera). Contra esta tendencia, hay que insistir en la pregunta fundamental: ¿qué defecto del sistema como tal permite la posibilidad de que se produzcan esas crisis y esos colapsos? Lo primero que hay que tener en cuenta es que el origen de la crisis es benévolo: después de que la burbuja digital estallara en los primeros años del milenio, todos los sectores tomaron la decisión de facilitar las inversiones inmobiliarias para mantener la economía en marcha y prevenir una recesión; la crisis de hoy es el precio que se paga por el hecho de que Estados Unidos evitara una recesión hace cinco años. El peligro, por tanto, es que la narración predominante sobre la crisis sea una que, en vez de despertarnos de un sueño, nos permita seguir soñando. Entonces es cuando deberíamos preocuparnos; no sólo sobre las consecuencias económicas de la crisis, sino sobre la clara tentación de que, para que la economía siga funcionando, se le dé un nuevo ímpetu a la "guerra contra el terrorismo" y al intervencionismo internacional de Estados Unidos.
Slavoj Zizek es filósofo esloveno y autor, entre otros libros, de Irak. La tetera prestada. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
La psicoanalista Maria José Muñoz advertía del uso del término "postfeminismo" para hablar de lo que sin duda es "pre-feminismo"; naturalmente se trata de una perversión del lenguaje que se está dando estos días en los medios hablando de Palin con la aceptación de todos. Me chocaría en Zizec si no hubiera hablado con Svetlana Slapsak, que critica al filósofo esloveno por su posición patriarcal respecto del feminismo. Mi interés por el discurso de Zizec no me impide ver su misoginia. Ahora bien, por aquí hay posiciones mucho peores: Unos madrileños me contaron de J. M. Prada preguntándose con anhelo dónde está nuestra Sarah Palin, por ejemplo. En esos casos me alegra no vivir en Madrid.

viernes, octubre 03, 2008

Manifiesto para preservar los árboles en la ciudad

Foto: I.N., Puerto de Palma de Mallorca al atardecer, 2008
Ya está escrito y enviado. Contra la opinión de los que creen que defender los árboles en la ciudad son tonterías burguesas, yo sigo sintiendo apego a esta ciudad e intento defenderla de los que la venden a las mafias del cemento, de los que le entierran la memoria y tapan las marcas de la historia con asuntos mercantiles, de los especuladores, de los ruidosos, etc. A mí me parece que las pequeñas cosas, la quietud, la sombra, el oxígeno del aire, los rincones de refugio, los árboles también son importantes. Eso no me hará abandonar las otras: sigo en el grupo de la memoria histórica, publicaré pronto mi libro de los Balcanes tras cinco años de viajar allí, y procuro aprovechar los espacios que tengo para hablar de todo lo que creo que debería cambiar, como la inversión en educación, los problemas de la vivienda, la misoginia, las directivas europeas contra los inmigrantes, el fichero edvige, el control de los aeropuertos, las tarifas de los traductores, la cerrazón cultural y de espíritu, etc., y para defender el humanismo, el psicoanálisis, la literatura, la autoficción y los lenguajes que para mí siguen siendo valiosos. Esto es una aclaración. Comprendo que algunos no congenien con lo que hago ni compartan mis inquietudes, y les sugeriría que simplemente dejaran de leerme y de interpelarme. Yo no me voy a convertir a sus teorías, ni voy a defender sus puntos de vista. Todavía podemos elegir a nuestros interlocutores y decidir con quién y desde qué niveles nos interesa discutir, para no sentir que retrocedemos cansinamente a lo más básico. Cuando hay una cierta afinidad y reconocimiento mutuo, la discusión y el intercambio son una suerte. Et pour le reste, on se'n fout!
Los que quieran leerlo y tal vez firmar, háganlo aquí. Pueden añadir su profesión en la casilla de comentarios. Y enviar un email a quienes crean que pueden firmar. Ah, ¡y muchísimas gracias a todos los que ya habéis firmado!
Para ver la basura que rodea a nuestro pobre azufaifo en Localia TV, pinchad aquí