Hace unos meses, durante la campaña electoral francesa, un comentarista de por estos lares dijo que le gustaba Segolène Royal porque tenía ideas originales. A mí no me gustaba Segolène Royal, aunque hubiera preferido un millón de veces que ganase ella y no el horrible Skz. Esas ideas originales, que muchas veces consistían tan sólo en acercarse a la derecha, más su confesión de admiración por otro personaje lleno de "ideas originales", Tony Blair, me parecían suficiente argumento en contra. En cuanto al horrible Sarkozy, naturalmente la superaba en su originalidad, y confirma mi idea de que en esta "cultura de las mentiras" en que vivimos, los políticos son cada vez más puros prestidigitadores.
Como cuando Tony Blair prohibió la caza del zorro en Gran Bretaña, centrando el debate en un tema menor, pero capaz de suscitar pasiones encontradas, comparado con los importantes problemas sociales y políticos, y desviando así la atención para aparecer como un osado izquierdista mientras practicaba tranquilamente su política claramente derechista, usurpándosela y desconcertando a los tories, que ya no sabían qué defender.
Sarko ha matado varios pájaros de un tiro con su gobierno, tentando a prestigiosas figuras de la izquierda, como Bernard Kouchner, que había ganado su prestigio precisamente por su ética. Por una parte, Sarko aparece como un mago, más inteligente o por encima de las divisiones de derecha e izquierda (como si tal cosa fuera posible: sólo se puede optar entre lo social y el mercado, la educación pública o la escena privada y la seguridad paranoica o los derechos humanos, el sistema de bienestar con su déficit público o su destrucción privatizadora, que intenta rentabilizarlo todo), y por otra parte se carga para siempre a esas figuras prestigiosas de la izquierda, demuestra a los franceses que todos comparten la misma ambición corruptible, y siega sus carreras para siempre, como quien planta eucaliptus en un bosque de hayas. A Kouchner se lo ha cargado antes de que pudiera hacer nada.
Y luego está la suerte de los prestidigitadores, la suerte que siempre ha acompañado a Tony Blair, que ha sido capaz de hacer desaparecer toda alternativa y de remontarse tras haberse embarrado de la forma más escandalosa, una vez tras otra. Ha logrado afianzar y consolidar las "hazañas" de Margaret Thatcher, se cargó la educación pública, encareció terriblemente la Universidad, logró reducir a la prensa y los medios, destruyó el sistema de transportes públicos, etc., etc.
Como el eterno Bush, que ahora, mientras sigue gobernando el país más contaminante del mundo y se niega a seguir el protocolo de Kioto, monta una especie de mascarada para fingir una política aún más ecológica y torpedear Kioto. Y aunque muchos se han apresurado a señalar que es sólo una maniobra para dificultar aún más el cumplimiento de las ya moderadas medidas de Kioto, probablemente todos acabarán bailándole el agua.
En cuanto a Putin, no parece que él necesite prestidigitación alguna. Le basta con su poder, y con los intereses de los demás gobiernos. En este contexto nuestro, hace falta ser muy ciego para mostrarse optimista.
Y en clave personal, el otro día, una amiga que canta en una buena coral, me propuso actuar en nuestra fiesta del azufaifo. Pero cuando lo propuso a los de su coral, le dijeron que no querían participar en un asunto tan snob y frívolo. Por lo visto, defender los árboles contra la especulación inmobiliaria es una frivolidad snob. Seguramente quienes así argumentaban luchan eficazmente por eliminar el hambre en el mundo, actúan decisivivamente en Darfur y en Palestina o por lo menos, participan en las campañas por la vivienda social en Barcelona. Es lógico que desdeñen a quienes sólo nos implicamos en pequeños proyectos simbólicos, un libro sobre la guerra balcánica, un árbol bicentenario en un barrio degradado, o utilizamos todos los pequeños espacios de que disponemos para denunciar lo que nos parece denunciable. Nunca he comprendido que en un mundo lleno de injusticia haya que negarse a corregir, a resistir también en los temas próximos, aunque sean pequeños, siempre que no se confundan las prioridades. Pero los que nos hemos movido para defender ese árbol no somos gobernantes, ni siquiera periodistas influyentes, sino ciudadanos. En una ciudad tan contaminada, intentar que no se pueda cortar así los árboles que nos oxigenan ¿es una frivolidad? Y por eso, implicarnos y crear pequeños espacios de resistencia, verde, social, política, etc., puede ser significativo, aunque sólo sea para sentir que estamos vivos.
3 comentarios:
Parece ser que todos los políticos, y no solo los de aquí (llámense catalanes o españoles), lo único que les interesa, es que emulando la trama de la novela de Saramago, dejemos de ir a votar. Esta parece ser la impronta en todo occidente, ya ensayada y con mucho éxito por los amigos de USA. El procurar que el pueblo se aleje y desista de elegir a sus representantes, con lo que solamente con una minoría de virtuosos, irreductibles y fanatizados militantes políticos, sería fácilmente alcanzable el gobierno de un estado y que este, a su vez, actuase completamente al margen de los intereses de la mayoría de sus ciudadanos. El hecho de que el grupo coral (compuesto por ciudadanos), encuentre snob y frívolo el hecho de salvar un monumental ginjoler, con toda su memoria histórica y su impronta en la calidad de vida de sus vecino, dejando la supervivencia del mismo exclusivamente en manos de los políticos o funcionarios, nos indica hasta que punto el deseo de apartar totalmente al pueblo de la polis esta triunfando.
Por eso es necesario VOTAR, aunque sea al que sea al menos malo, para que vean que estamos ahí, vigilándoles.
Parece ser que todos los políticos, y no solo los de aquí (llámense catalanes o españoles), lo único que les interesa, es que emulando la trama de la novela de Saramago, dejemos de ir a votar. Esta parece ser la impronta en todo occidente, ya ensayada y con mucho éxito por los amigos de USA. El procurar que el pueblo se aleje y desista de elegir a sus representantes, con lo que solamente con una minoría de virtuosos, irreductibles y fanatizados militantes políticos, sería fácilmente alcanzable el gobierno de un estado y que este, a su vez, actuase completamente al margen de los intereses de la mayoría de sus ciudadanos. El hecho de que el grupo coral (compuesto por ciudadanos), encuentre snob y frívolo el hecho de salvar un monumental ginjoler, con toda su memoria histórica y su impronta en la calidad de vida de sus vecino, dejando la supervivencia del mismo exclusivamente en manos de los políticos o funcionarios, nos indica hasta que punto el deseo de apartar totalmente al pueblo de la polis esta triunfando.
Por eso es necesario VOTAR, aunque sea al que sea al menos malo, para que vean que estamos ahí, vigilándoles.
Estoy de acuerdo contigo, civisliberum, pero a veces cuesta muchísimo dar el voto incluso al menos malo... Confieso que por primera vez en mi vida, en las últimas voté en blanco... Pero siempre he defendido lo que tú defiendes, y volveré a votar, con la nariz tapada...
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