lunes, marzo 31, 2008

Guerras del agua y cemento

Foto: Guillermo Aguirre, Paula a Bonsuccès, 2008
Me da la sensación de que la ciudad entera es una cantera. Ya no puedo despertarme sin oír el fragor de las obras, ni mirar afuera sin ver un paisaje de grúas. Sant Gervasi es un barrio altamente contaminado. Aún después de que haya llovido toda la noche (¿lloverá en los pantanos? me preguntaba yo entre sueños ¿aprovechará alguien esta agua?), al salir de mi casa me pregunto una vez más si no debería llevar mascarilla. El aire es puro tubo de escape y los estúpidos automovilistas tocan el claxon al tiempo, como si eso sirviera de algo, aparte de molestar a los pocos bichos raros que, como yo, aprecian el silencio. Todo es cemento. Arrancan los árboles y destruyen los pequeños jardines, que sustituyen por parkings. ¿Pero quién se quedará esos pisos, si las ventas van a descender hasta mínimos y ha estallado la poderosa burbuja inmobiliaria? Dicen algunos expertos que el descenso y la crisis serán tan largos como en Japón, donde empezó en los 90 y sigue. Por otra parte han empezado las anunciadas guerras del agua, ¿pero a quién le importa? Se anuncian restricciones severas, de varias horas al día. Sin embargo, no quieren relacionarlo con su política contaminante y cementosa. En Canadá vuelven a abrir la veda de la brutal caza de focas. Los polos se resquebrajan. Parece asombroso que a esa gente no le importe nada, se supone que tienen un planeta de reserva donde vivir, o que por supuesto, no tienen descendencia o son tan indiferentes a ella que les da lo mismo lo que pueda ocurrirles. Mientras ellos cobren y disfruten de su festival de dinero y cemento, ¿qué importa todo lo demás? Ya sé que me repito, pero leo los periódicos y no concluyo nada. Por un lado, los desastres ecológicos, por otra, los políticos con su insistencia en cerrar los ojos a todo lo que ocurre. Ayer, Carme Chacón decía, bajo una foto sonriente: "Nuestro mercado inmobiliario es el mejor del mundo". Aunque sea a costa del clima y del paisaje. Aunque signifique destruir el patrimonio y la identidad histórica de ciudades y pueblos. Aunque sea a costa de la degradación de la costa. Ese partido se autostúa en la izquierda. ¿Qué le importa a ella, si es el mejor mercado inmobiliario del mundo? Y por otra parte, un informe de un profesor de la UPF hablando en serio de la crisis desmentía sin esfuerzo ese estúpido optimismo mercantil.

4 comentarios:

civisliberum dijo...

Hace unos días lei la ofensiva que estan realizando los negacionistas del cambio climatico, imitando la campaña que hace años las tabaqueras realizarón para enfrontarse a los estudios médicos que decian que el tabaco produce cancer. Los negacionistas del cambio climatico cuentan con muchísimo dinero e importantes apoyos e infraestructuras. Esta, como no, la FAES, Sala i Martín y algún palurdo como el primo de Rajoy.
Precisamente uno o dos días despues de leer el articulo veo en TV que en el Polo Norte se acaba de desprender un tozo de hielo mayor que la isla de Eivissa, con lo que se confirma el avance del calentamiento global y la irremediable desaparición del casquete polar en Polo Norte.

Belnu dijo...

Sí, sé que existen, como los que reivindican las centrales nucleares, les pagan para eso o sacan sus beneficios. Pero a estas alturas, con el desastre encima, choca, como choca que sigan poniendo campos de golf y construyendo urbanizaciones sin tener el agua asegurada.

frikosal dijo...

La Sra. Chacon y Sala-i-Martin, cada uno por su lado !

Creo que me dan los dolores. Me voy a dormir.

Mi pueblo (ya lo se, mal consuelo es este) todavía es peor. Incluso en las favelas de Rio hay mas árboles que cerca de mi casa. Vaya a donde vaya, no encuentro nada más desastroso. Que desgracia de politicos tenemos, algun pecado colectivo estaremos purgando.

Belnu dijo...

Sí, un pecado inmenso debió de ser, Friks, ¿cómo es posible que la llamada izquierda sea la que ha perpretrado esta salvajada? En mi barrio, que era verde!!!! y lleno de jardincitos, no quedan más que grúas y cemento. Pronto esto parecerá Pristina, Kosovo, aunque sin tantas antenas parabólicas, supongo. En fin, al menos esa selva y esos camareros que alimentan a los colibríes te habrán curado un poco...