miércoles, mayo 02, 2007

La traduttrice che piangeva

Foto: cementerio en Sarajevo
Hace años, cuando trabajaba para TV3, traducía documentales y salvo algún vídeo de gorilas, ballenas o chimpancés, siempre me tocaban los temas más terribles. Tenía que ver la película para comprobar el texto y después traducir, palabra a palabra, los testimonios de las guerras, las mujeres quemadas por sus maridos en la India, las terapias a niños asesinos recluidos en cárceles inglesas de por vida, los cazanazis que atraparon a Eichmann, los abusos de la CIA, los supervivientes de los campos chilenos bajo Pinochet, los desaparecidos en la dictadura Argentina (nada sobre las atrocidades en este país, de eso no se habló hasta hace muy poco), los trabajadores esclavizados en el Tercer Mundo por empresas del Primero, los niños vendidos para el turismo sexual o el tráfico de órganos, los niños de la calle en Brasil y Colombia, asesinados por bandas a sueldo de los tenderos y tantas otras cosas igualmente terribles.
Un amigo italiano, cuando le conté que a veces, mientras traducía, lloraba estúpidamente, quería escribir una pieza de teatro (no sé si llegó a hacerlo) titulada La traduttrice che piangeva. Yo ya no trabajo para TV3 como antes, pero ahora que traduzco sobre los criminales de guerra balcánicos, ese libro valiente y bien construido de Slavenka Drakulic, me acuerdo de mi amigo y su obra de teatro.
El testimonio de un chico superviviente a la matanza de Srebrenica. O la descripción del fiscal de todo lo que hizo falta organizar, como infraestructuras y parafernalia, para detener, transportar, deportar y ejecutar -siete mil vendas para los ojos, siete mil ligaduras, autobuses, guardias, centros de detención cercanos a los campos de ejecución, herramientas pesadas para excavar las fosas comunes que luego se encontrarían, etc. O las mentiras del acusado y la grabación que le inculpa definitivamente.
Recuerdo los campos de tumbas de Sarajevo, bajo la lluvia de septiembre. Un cementerio donde al leer las fechas tuve un sobresalto. Apenas había diferencia entre el nacimiento y la muerte. Eran niños.

2 comentarios:

Aleksander Nagi dijo...
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Aleksander Nagi dijo...

Mientras que el mundo civilizado desviaba las cámaras hacia otros rincones y se extasiaba saboreando los vinos y las champañas de los cócteles ofrecidos en honor a los presidentes, y mientras que la maquina aterradora del genocidio devoraba los miles de musulmanes en este país (esta misma que la tenían también con los ortodoxos en épocas anteriores, y por la simple costumbre de hacer la cruz con los tres dedos después de convertirlos en católicos, era suficiente para sentenciarlos a muerte, donde se hacia competencia quien mataba mas, y los tiraban en los ríos y los lagos), mientras que todo esto sucedía, el mundo árabe, europeo y americano guardaban el silencio cómplice…

Libres son los que aman a la vida, libres son los muertos injustamente por la idea o el color o el credo, grandes son estos niños que mueren todos los días en todas partes por la idiotez de los grandes, y malditos son los que hacen las guerras por la ingenua idea de que así cambiaran el rumbo de un pensamiento, de un pueblo, de un país o de una sociedad.

Es el idioma de los ignorantes, es el idioma de los que creen que son los dueños de la razón, este es el idioma de la moneda en adquirir ganancias con las armas, y los intereses de pisotear la dignidad humana con la complicidad de los que por considerarse los representantes (llámense como se llamen) de la franquicia del GOD-BURGER´S o GOD-DONALD´S aquí, que inculcan y fomentan la violencia en la tierra por un supuesto pedazo inexistente en el cielo…

Gracias Isabel Núñez.

Aleksander K. Nagi Saeb
aleksandernagi@gmail.com
http://www.opiniondiferente.blogspot.com/