Foto: M. Vilalta i Amorós, Plaza del Camp, 1902 (en la plaza del Camp, cerca del ginjoler, había un cabrero y según me contó alguien que lo vivió, las cabras ponían el barrio perdido...)
Hoy nos ha recibido la nueva regidora del distrito, en la Plaça de la Vil·la.
Unas maneras completamente distintas a las que tuvieron con nosotras la gerente Paz Molinas y la técnica de licencias Montse Jansá, casi diría que el extremo opuesto. La regidora nos ha informado de que la negociación con el propietario avanza, que ellos desean que el azufaifo se quede en su sitio y el propietario acepte otros terrenos donde construir.
Ahora bien, si el terreno que le ofrecen no convence al propietario, entonces trasplantarán el árbol. A pesar de la opinión de todos los expertos, en el sentido de que el azufaifo morirá y que incluso si sobreviviera, nunca volvería a ser como es, tras la poda radical de su ramaje, obligada para sacarle de esta calle estrecha. A pesar de que el único informe favorable con el que cuentan es el del propio trasplantador, que hace negocio con esa operación. ¡Es juez y parte! No parece serio.
Cuando dicen que formamos parte de Europa, yo lo creo sólo a medias. En la Vieja Europa, a un árbol así se le protege obligatoriamente y no se deja construir en 500 metros de distancia. Nosotros pedimos 30 x 10 y no es seguro que los consigamos!
La Síndica de Greuges de Barcelona se ha interesado por el caso y supervisará que se cumpla la ley, pedirá que se le informe del proceso de catalogación y de las negociaciones.
También nos ha dicho la regidora que la licencia de obras está parada, congelada, por el azufaifo (justo lo contrario de lo que nos dijo Montse Jansá: "Si la licencia está parada, no tiene nada que ver con el árbol").
Pero hemos vuelto a escuchar la frase de que Barcelona es la ciudad de Europa que tiene más árboles. Qué daño hacen esas verdades a medias. Yo iba luego por la calle con Isabel Lacruz y señalábamos esos palillos chinos con dos hojitas que plantan en algunas calles y que nunca llegarán a ser árboles, entre el cemento y la contaminación, y le preguntaba: "¿Crees que éstos también los cuentan?". Los expertos nos dicen que el patrimonio arbóreo se mide por la calidad, y sabemos que Barcelona, no sólo por su clima mediterráneo, sino también por la vocación arboricida de sus políticos, arquitectos y constructores, y por la ignorancia de unos y otros, está en la cola de ciudades europeas en la densidad de sus parques y en árboles centenarios, de los que desprenden cantidades de oxígeno en la atmósfera. Pero esas informaciones sesgadas forman parte del juego político, de nuevo The Culture of Lies, que tan magníficamente sintetizó Dubravka Ugresic. Le hemos recordado a la regidora que no fue Parcs i Jardins ni el ayuntamiento quien descubrió que el azufaifo era valioso y decidió protegerlo. Sin nuestra intervención, obstinación, apoyo de los expertos y jaleo mediático, nada de esto estaría ocurriendo. También les hemos transmitido que el azufaifo es una oportunidad para demostrar un cambio de política hacia lo sostenible, un símbolo de la nueva actitud, etc. Y que no es casual la respuesta que hemos tenido (popular, en el mundo de la cultura y en los medios): sin duda hemos conectado con algo que está en el aire. Por eso deberían aprovecharlo.
Tal vez a finales de la semana que viene tendremos ya noticias. No podemos bajar la guardia. Y vamos a necesitar muchísimo apoyo. Hoy salió una entrevista en Localia TV, a las 20 (no la vi, pero espero que la manden). Y mañana seguramente saldrá otra mucho mejor en las noticias de La sexta, pero lo confirmaré aquí... Esa quedó muy bien. Joan Bordas estaba sembrado e incluso yo me inspiré, rodeada de vecinos ilustres y amigos, al pie del azufaifo...
Lo cierto es que los micrófonos y las cámaras siempre atraen irresistiblemente a los locos, así que cada vez que bajo a hablar con una tv o una radio junto al árbol, se acerca alguno de ellos y empieza a vociferar su delirio. Esa observación de la excentricidad y la locura siempre me produce una impresión mezclada: por un lado, la curiosidad inevitable del escritor (imagino a mi amigo escritor serbio grabándoles esas frases con su móvil), por otro, la perplejidad y el agotamiento de tener que ser testigo de todo eso, de convertirme en vehículode todos esos urbanitas enloquecidos y necesitados de escucha. ¡Uf!
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